Suena como idea descabellada, pero David Kirkpatrick, autor del libro The Facebook Effect, sugirió que la red social tiene tanta influencia en la vida de las personas que debería estar controlada por un organismo internacional como Naciones Unidas. El argumento central es que Facebook reune a 500 millones de usuarios, casi la doble del número de habitantes de Estados Unidos. Es más, si se tratara de un país, Facebook aportaría el 8% de la población mundial, y sería la tercera nación más habitada. Por supuesto, Facebook es una empresa, no un país, ¿o no?

Kirkpatrick sostiene que el grado de interacción que se tiene en Facebook es tan íntimo, que lo convierte en el sitio más importante de Internet. ¿Deberíamos dejar toda esa información en manos de la iniciativa privada? El fin último de Facebook, como cualquier otra empresa, es el de obtener dinero, por lo que sus estrategias se moverán primordialmente hacia la monetización de la información. Así que si de pronto Mark Zuckerberg decide un cambio en las funciones de privacidad (como la llegada de Places), ¿qué derechos tenemos para protegernos? ¿No deberían siquiera consultarnos antes?

La problemática es más profunda de lo que parece. De acuerdo con Kirkpatrick, la cantidad de tiempo que pasamos en Facebook nos demuestra que prácticamente vivimos en un país digital. Desde una visión de la geopolítica crítica, somos ciudadanos digitales, así que surge la inquietud sobre si necesitamos algún tipo de legislación que garantice nuestros derechos en la red. Por esta razón, la idea de un organismo internacional (o cuando menos, de un tratado) que regule el accionar de Facebook no está tan disparatada.

¿Quién creen que debería retener el control de nuestros datos: una empresa, un gobierno, un organismo autónomo? Disparen sus respuestas.

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