Misterios y curiosidades del antiguo Egipto

La fascinante historia detrás de la tumba y el tesoro de la princesa Sit-Hathor Yunet

Corona de oro que se encontró en la tumba de la princesa Sith-Hathor Yunet, en el Lahun. Museo Egipcio, El Cairo.

Corona de oro que se encontró en la tumba de la princesa Sith-Hathor Yunet, en el Lahun. Museo Egipcio, El Cairo.

Corona de oro que se encontró en la tumba de la princesa Sith-Hathor Yunet, en el Lahun. Museo Egipcio, El Cairo.

Cordon Press

Entre 1889 y 1890, el gran egiptólogo británico sir William Flinders Petrie se encontraba en Egipto, comisionado por la Escuela Británica de Arqueología, explorando la pirámide del faraón Sesostris II (1845-1837 a.C.) en el-Lahun (en cuya cámara funeraria llegó incluso a penetrar). Pero al final el investigador tuvo que marcharse sin terminar sus exploraciones y no pudo regresar al yacimiento hasta muchos años después, hacia finales de 1913.

De hecho, su intención en esta segunda visita era estudiar algunas de las tumbas subsidiarias que se extendían junto a la pirámide real. A principios de 1914, Petrie empezó entonces a examinar la plataforma que rodeaba la pirámide de Sesostris y allí pudo localizar diversos enterramientos en el interior de una serie de pozos, aunque por desgracia estaban vacíos; la mayoría habían sido saqueados en la más remota antigüedad.

la tumba de una princesa

En el transcurso de esta exploración, Petrie descubrió un nuevo pozo, a priori tan poco prometedor como los demás. Pero para cerciorarse de que no contenía nada de interés, el egiptólogo hizo descender al interior del mismo a su ayudante, Guy Brunton, que una vez dentro constató que, efectivamente, no quedaba mucho por ver. Lo que sí pudo comprobar es que se trataba de la tumba de una princesa, posiblemente una hija de Sesostris II.

Brunton observó con consternación que la momia de la mujer había sido despedazada por los antiguos saqueadores en busca de los amuletos que se ocultaban entre sus vendajes de lino, pero pudo identificarla gracias a que su nombre se hallaba inscrito en los vasos canopos que aún se conservaban en la tumba: se trataba de la princesa Sit-Hathor-Yunet.

La momia había sido despedazada por los antiguos saqueadores, pero pudo identificarla gracias a que su nombre se hallaba inscrito en los vasos canopos.

Vaso canopo descubierto en la tumba de la princesa SIt-Hathor Yunet, donde puede leerse su nombre. MET, Nueva York.

Vaso canopo descubierto en la tumba de la princesa SIt-Hathor Yunet, donde puede leerse su nombre. MET, Nueva York.

Vaso canopo descubierto en la tumba de la princesa SIt-Hathor Yunet, donde puede leerse su nombre. MET, Nueva York.

PD

Defraudado, se disponía a volver a la superficie cuando de pronto advirtió que en un rincón de la tumba había un nicho repleto de barro. Brunton empezó a cavar con cuidado en el lodo y, de pronto, algo brilló en la oscuridad. Su corazón dio un vuelco: era oro. Brunton informó en seguida a Petrie que decidió excavar la cavidad de inmediato.

oro, oro y más oro

La excavación de aquel pequeño nicho de veinte centímetros repleto de barro solidificado en la tumba de aquella antigua princesa proporcionó a los arqueólogos uno de los tesoros más magníficos del antiguo Egipto, un increíble conjunto de joyas del Reino Medio (1980-1760 a.C.) guardadas en varios cofres de madera de ébano, que se habían echado a perder por la acción del agua y de los milenios.

Cofre de madera reconstruido procedente de la tumba de la princesa Sit-Hathor Yunet.

Cofre de madera reconstruido procedente de la tumba de la princesa Sit-Hathor Yunet.

Cofre de madera reconstruido procedente de la tumba de la princesa Sit-Hathor Yunet.

PD

Del barro surgieron cuentas y más cuentas de oro, tubos de oro macizo, artículos de cosmética, un espejo, jarrones, pulseras, cadenas... e incluso una corona de oro y dos pectorales (uno con el nombre de Sesostris II y otro con el nombre de Amenemhat III). Todo ello de una calidad exquisita.

Del barro surgieron cuentas y más cuentas de oro, tubos de oro macizo, artículos de cosmética, un espejo, jarrones, pulseras, cadenas...

Pectoral descubierto en la tumba de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Pectoral descubierto en la tumba de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Pectoral descubierto en la tumba de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

PD
Piezas de oro para una peluca procedentes de la tumba de Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Piezas de oro para una peluca procedentes de la tumba de Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Piezas de oro para una peluca procedentes de la tumba de Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Pd
Anillo de escarabajo que forma parte del tesoro la princesa Sit-Hathor. MET, Nueva York.

Anillo de escarabajo que forma parte del tesoro la princesa Sit-Hathor. MET, Nueva York.

Anillo de escarabajo que forma parte del tesoro la princesa Sit-Hathor. MET, Nueva York.

PD

Petrie describió así el minucioso trabajo que realizó su ayudante en la tumba: "Durante una semana, Brunton pasó día y noche en la tumba, extrayendo los objetos del barro sin doblar ni romper ninguno. Cada pieza que él desenterraba y la lavaba con agua y con un cepillo de pelo de camello, para no dañar la superficie. Después las fotografiaba".

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Una oportunidad perdida

Tras el espectacular descubrimiento, Petrie estaba exultante. Gaston Maspero, por entonces en su segundo mandato como jefe del Servicio de Antigüedades de Egipto, incluso le cedió la mayor parte del hallazgo (Egipto se quedaría con unas pocas piezas, entre ellas la corona de oro de la princesa). Petrie pensó entonces en el Museo Británico como comprador del tesoro y, en sus propias palabras, "les comuniqué por escrito que el valor de la colección ascendía a 8.000 libras".

Pero, la respuesta de la institución británica no fue, ni de lejos, la que el egiptólogo esperaba. Un enfurecido Petrie escribiría más tarde al respecto: "La respuesta del Museo Británico fue que si cuando vieran las piezas decidían que merecían la pena estarían dispuestos a ofrecer ¡un par de miles de libras! Una grotesca valoración del asunto que dejó cerrada aquella puerta".

Tras la irrisoria oferta del Museo Británico, el tesoro de la princesa Sit-Hathor Yunet acabaría en el Museo Metropolitano de Nueva York.

Pulseras con leones de oro y amatistas y tobilleras con garras, propiedad de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Pulseras con leones de oro y amatistas y tobilleras con garras, propiedad de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Pulseras con leones de oro y amatistas y tobilleras con garras, propiedad de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

PD
Estas tobilleras anchas de oro, cornalina y turquesa forman parte del tesoro de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Estas tobilleras anchas de oro, cornalina y turquesa forman parte del tesoro de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

Estas tobilleras anchas de oro, cornalina y turquesa forman parte del tesoro de la princesa Sit-Hathor Yunet. MET, Nueva York.

PD
Collar hallado en la tumba de Sit-Hathor Yunet, de oro, cornalina, lapislázuli, feldespato verde y amatista. MET, Nueva York.

Collar hallado en la tumba de Sit-Hathor Yunet, de oro, cornalina, lapislázuli, feldespato verde y amatista. MET, Nueva York.

Collar hallado en la tumba de Sit-Hathor Yunet, de oro, cornalina, lapislázuli, feldespato verde y amatista. MET, Nueva York.

Foto: MET (PD)
Ceñidor de oro, amatista y diorita. Se compone de cuentas de estas piedras y dobles cabezas de leopardo en oro. MET, Nueva York.

Ceñidor de oro, amatista y diorita. Se compone de cuentas de estas piedras y dobles cabezas de leopardo en oro. MET, Nueva York.

Ceñidor de oro, amatista y diorita. Se compone de cuentas de estas piedras y dobles cabezas de leopardo en oro. MET, Nueva York.

PD

En efecto, el Museo Británico perdió entonces la oportunidad de exponer uno de los tesoros de oro más impresionantes jamás hallados en Egipto, y el testigo lo recogería el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, donde este maravilloso conjunto de piezas de casi 4.000 años de antigüedad se expone actualmente, concretamente en la Galería 111.

El egiptólogo norteamericano Herbert Winclock (que más tarde sería director del museo neoyorquino) se ocupó de estudiar a fondo el tesoro. Él y su equipo hicieron un excelente y exhaustivo trabajo de reconstrucción y análisis de los objetos, y gracias a ellos hoy sabemos mucho más sobre estas magníficas piezas y sobre la época en que vivió su propietaria, la misteriosa princesa Sit-Hathor Yunet.