Cómo actuar frente a un ahogamiento: «Todo ocurre muy rápido, en torno a los 90 segundos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

Nadar en el mar no es lo mismo que nadar en una piscina.
Nadar en el mar no es lo mismo que nadar en una piscina. iStock

Ir al rescate no es una opción. Los expertos señalan que cuando hay más de una víctima simultánea en el medio acuático, normalmente, es que uno ha ido a rescatar a otro

24 jul 2023 . Actualizado a las 11:06 h.

Los ahogamientos son uno de los principales peligros que acechan en verano. Aunque la mayor parte del año estos sucesos sean poco frecuentes, la época estival invita a todo el mundo a bañarse en playas, ríos y piscinas y, si no se toman las precauciones necesarias, el momento de refrescarse puede acabar en tragedia. Esta afirmación no deja de ser cierta por dramática que suene. En España, según datos de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), cada año mueren cerca de 400 personas por ahogamiento.

Los niños de entre uno y cuatro años son los que tienen el mayor riesgo en este sentido, seguidos de aquellos de entre cinco y nueve años de edad. Como señala Roberto Barcala, coordinador de Socorrismo de la Semes, «en niños menores de cuatro años, los ahogamientos son la primera causa de muerte no intencional en España. Y en todas las edades está entre las tres primeras causas de muerte no intencional». El problema es que estos incidentes se producen en cuestión de segundos. Un descuido breve es suficiente para que una persona se ahogue. Por eso, resulta imprescindible saber cómo actuar y qué hacer para prevenirlo.

Supervisión constante y atenta

Si hablamos de niños, lo crucial para protegerlos es que nunca se bañen solos. Barcala es enfático en este aspecto y aconseja estar en el agua a una distancia no mayor de un metro de ellos en todo momento. «Las horas más críticas de ahogamientos infantiles son entre las 3 y las 6 de la tarde en piscinas domésticas. Entonces, no hay que bajar la supervisión en esos momentos en los que estamos de sobremesa, o cocinando o durmiendo la siesta. Hay que estar próximos, a un brazo de ellos. No porque tengan unos manguitos van a dejar de ahogarse», indica el experto.

Hay que tener en cuenta que los elementos flotantes como manguitos o colchonetas, aunque son útiles, no protegen de manera absoluta. «No hay ningún dispositivo de flotación que garantice que alguien no se ahogue, exceptuando el chaleco salvavidas, que es el único dispositivo que ha probado tener eficacia frente a esto. Aun así, deberíamos estar pendientes de nuestros hijos en todo momento», subraya en este sentido Barcala.

«Otro aspecto fundamental es que la seguridad sea activa, no pasiva. Con estar vigilándoles no es suficiente. Se requiere de una educación para el uso del medio acuático. Del mismo modo en que les decimos que en un semáforo en rojo no se puede cruzar o que hay una serie de normas para la seguridad vial, también es importante educarles en la prevención del ahogamiento. Que no se bañen si sus padres no les están viendo. Si se van a bañar, que avisen a sus padres para que alguien vaya a vigilar. Los responsables de la supervisión de los niños son sus padres y sus cuidadores. No podemos delegar la responsabilidad del cuidado en hermanos mayores u otros niños, porque no dejan de ser niños. El riesgo lo perciben principalmente los adultos», sostiene Barcala.

Jóvenes y adolescentes

En las personas jóvenes, los ahogamientos se producen principalmente en medios acuáticos naturales: playas, embalses, pantanos y ríos. «Muchas veces, es la osadía e imprudencia lo que causa el ahogamiento. Se meten en entornos desconocidos o en sitios donde hay fuertes corrientes. A veces, incluso, mediando el consumo de alcohol», observa Barcala.

Para evitarlo, hay que insistir en que los grupos de jóvenes elijan playas vigiladas por socorristas, «que van a tener una seguridad muy superior a las que no tienen este servicio y, además, si pasa algo, siempre va a haber alguien que pueda responder», aconseja el experto. Por otro lado, es importante evitar el consumo de alcohol o cualquier tipo de sustancia que pueda alterar las capacidades de natación o las habilidades acuáticas. «Si conduces, no bebas y, si te vas a bañar, tampoco», sintetiza el coordinador de la Semes. Por último, conviene bañarse siempre en compañía, para que, si pasa algo, alguien pueda dar una voz de alarma. Evitar nadar solos, sobre todo en entornos poco conocidos, puede protegernos de los ahogamientos.

Cómo actuar en caso de ahogamiento

Si vemos que una persona se ahoga es importante, ante todo, mantener la calma. La situación requiere una acción rápida para rescatar al individuo, pero esto no quiere decir que haya que precipitarse. De hecho, en muchos casos, actuar por impulso suele tener consecuencias fatales. «Aunque es complicado, porque a veces la persona a la que se va a socorrer es un familiar o alguien conocido, hay que reprimir el instinto de querer ayudar si no estamos capacitados. Porque puede ocurrir que en lugar de una víctima, haya dos. Los australianos lo denominan "Drowning for love", o ahogarse por amor. Cuando hay más de una víctima simultánea en el medio acuático, normalmente, es el caso que uno ha ido a rescatar a otro», advierte Barcala.

En este sentido, hay que recordar que saber nadar no garantiza que tengamos la habilidad necesaria para rescatar a otra persona en esas circunstancias. «Tengamos en cuenta que nadar en un piscina no es lo mismo que nadar en el mar y nadar transportando a alguien no es lo mismo que nadar solo. La fatiga es un factor importante», señala.

Entonces, ¿qué es lo que sí podemos hacer? «Los expertos recomendamos que, si ves a alguien que se está ahogando, avises inmediatamente a los servicios de emergencia. La opción de ayuda preferente es tratar de lanzarle algo flotante: desde una botella de agua vacía hasta una cuerda o algún sistema de flotación al que la persona se pueda agarrar», aconseja el especialista de la Semes.

En última instancia, si vamos a intentar un rescate, hay que hacerlo con todas las precauciones posibles, teniendo presente siempre la necesidad de evitar el efecto de ahogamiento por amor. Esto implica llevar con nosotros un dispositivo de flotación que nos impida hundirnos. Cuando lleguemos, «es importante evitar entrar en contacto con la persona que se está ahogando, porque está tratando de sobrevivir y no va a tener un comportamiento racional», advierte Barcala.

Si la persona no respira

Una vez que la persona rescatada está ya en tierra, hay que verificar que respire con normalidad. Si no es así, «no hay que intentar vaciar el agua de los pulmones ni colocar a la persona boca abajo, sino intentar reanimarla de manera inmediata. Si una persona se ha ahogado, está inconsciente y no respira, lo que hay que hacer es reanimación cardiopulmonar. Llamar primero, rápidamente, a los servicios de emergencias, para que nos manden ayuda especializada cuanto antes, y realizar RCP. Si llamamos nos van a ayudar por teléfono a hacerlo, nos van a orientar incluso aunque no sepamos», indica Barcala.

En estos casos, la ventilación es tan importante como la compresión, ya que lo que buscamos es que la persona reciba oxígeno. «Empezaremos con cinco ventilaciones de rescate y luego tenemos que hacer 30 compresiones, seguidas de dos respiraciones, treinta compresiones más, dos respiraciones más, y así ininterrumpidamente», dice el experto.

Mitos sobre el ahogamiento

Cuando pensamos en alguien que se está ahogando, lo primero que nos viene a la mente son imágenes de personas agitando los brazos en medio del mar y pidiendo ayuda. Quizás sea porque eso es lo que hemos visto en el cine y en las series. Pero esa idea es incorrecta. En realidad, señala Barcala, «el ahogamiento es muy silencioso, es muy difícil de ver, a veces es imperceptible. Porque normalmente, los miembros están sumergidos y la cabeza justo en la línea del agua, mirando un punto fijo. La persona que se está ahogando casi no puede respirar, por lo que no puede hablar ni gritar. Y todo ocurre muy rápido. El ahogamiento ocurre en torno a los 90 segundos». Es por esta razón que debemos ejercer una vigilancia constante cuando los niños se encuentran en el agua.

Otro mito muy prevalente, a pesar de que ha sido desmentido, es el del corte de digestión en el agua. «La gente piensa que hay que esperar dos horas después de comer para bañarse, pero el problema no es el tiempo, el problema es el cambio de temperatura brusco entre el cuerpo y el agua. Tú puedes esperar dos horas, pero si has estado al sol haciendo deporte y te metes bruscamente al agua, puedes tener náuseas o un malestar general e incluso puede provocarse una inconsciencia en el agua que haga que te ahogues», advierte Barcala.

También es falsa la idea de que los niños pequeños aguantan más tiempo la respiración bajo el agua. «Los niños recién nacidos, tienen un reflejo por el cual se les cierra la glotis y pueden estar en medios acuáticos, pero no significa que no vayan a ahogarse. Cuando no tienes oxígeno en el cerebro, acaba pasando el agua. Por lo tanto, necesitan supervisión directa siempre. Es más, los niños pequeños se ahogan con menos agua y en menos tiempo», aclara el experto.

Consejos para la prevención

La prevención del ahogamiento es fundamental, teniendo en cuenta que, cuando se dan estos incidentes, ocurren de manera súbita y queda poco margen de tiempo para la acción. En este sentido, la primera medida que se debe tomar es la educación. Así, es necesario y recomendable que los niños aprendan a nadar lo antes posible. De todos modos, aunque saber nadar es un factor protector frente al ahogamiento, Barcala dice que no es suficiente para prevenirlo. Sobre todo, teniendo en cuenta que no es lo mismo nadar en piscina que en el mar.

Los dispositivos de flotación son otro gran pilar de la prevención. Pero no todos son igual de efectivos. «Ni manguitos ni flotadores. El chaleco salvavidas es el más adecuado», remarca la Semes. Y Barcala va un paso más allá al hablar de la importancia de estos elementos. «Aconsejamos que, con el kit de playa, junto a la toalla, la sombrilla y el protector solar, nos acostumbremos a llevar además un dispositivo de flotación que podamos utilizar en el caso de que seamos testigos de un accidente acuático. Un chaleco, o algo que podamos lanzarle a alguien. Lo mismo que hay que llevar casco de seguridad cuando vamos en bicicleta, tenemos que cambiar nuestro concepto del medio acuático y ser proactivos en la prevención del ahogamiento», dice.

Otra medida de seguridad clave es bañarse siempre en playas o sitios que cuenten con la presencia de socorristas. Si nos encontramos en un sitio nuevo en el que no nos hemos bañado, conocer las corrientes de retorno puede ayudarnos a estar preparados en caso de que estas olas nos arrastren cuando estemos nadando. «Se puede identificar la corriente de retorno por el color diferente del agua y la presencia de olas en los márgenes de la corriente. La mejor forma de salir de una corriente es la combinación de nado paralelo a la costa con la flotación en el patrón de flujo del agua», indican desde la Semes.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.