Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El refrito digital: de dibujos animados a humanos aburridos

Fotograma del tráiler de "La sirenita". La película se estrena en 2023.
Fotograma del tráiler de "La sirenita". La película se estrena en 2023.
Disney
Fotograma del tráiler de "La sirenita". La película se estrena en 2023.

Veo las primeras imágenes de una de las próximas películas de Disney y me hago preguntas. El título es La sirenita y los protagonistas, como pasa últimamente, son humanos. Nunca he entendido la idea de convertir los clásicos de dibujos animados en obras protagonizadas por personas de carne y hueso. Me parece un atraco a la imaginación, una cesión a la realidad y, sobre todo, un apaño cutre. Sé que las razones son económicas, que las empresas que están detrás de estas producciones buscan la rentabilidad, que la vida es un musical con olor a refrito que se repite constantemente y que volver a hacer algo que fue un éxito es una fórmula que funciona. Pero no me gusta y no iré a verla.

Aquellas películas de dibujos animados son patrimonio de la formación emocional e intelectual de varias generaciones. Rehacerlas supone, en cierto modo, tratar de borrar el pasado o, por lo menos, de matizarlo o difuminarlo. Después de haber rapiñado con arte algunas buenas historias de la cultura occidental, parece que la cantera se ha agotado. Hace mucho tiempo que el viejo principio artístico de inventar o, al menos, contar una buena historia yace sepultado como un cadáver de película de mafiosos debajo de los cimientos del negocio.

Estas grandes corporaciones andan atareadas en practicar con eficiencia una autocensura retroactiva que las presente como amables ante todo tipo de consumidores

Estas grandes corporaciones andan atareadas en practicar con eficiencia una autocensura retroactiva que las presente como amables ante todo tipo de consumidores. Allá ellas. También se encargan con cierta obsesión de quedar bien con la idea mal entendida de la inclusión. Parece que sus películas fueran un retrato oficial del mundo y no una mirada minúscula y bellamente concreta de una realidad. Parece que su mayor preocupación es que no haya veganos ofendidos porque no salen en Aladdin. Qué aburrimiento. También andan preocupados por duplicar historias con mujeres como protagonistas en roles de dudoso interés. Inventar historias nuevas con mujeres en el centro de la narración parece que se lo dejan a otros.

Otras empresas, más geniales, se empeñan en estandarizar el éxito y trazan con maestría en sus películas un recorrido intelectual, un guion que es una maquinaria de precisión que hila acontecimientos y que fascina más a los padres que a los hijos. Pero el método falla a veces. No se puede encerrar la magia en una serie de reglas y procesos. Otras corporaciones, más irreverentes, exprimen sus éxitos como pueden y no renuncian a la diversión más tradicional. No olvidan que una persona pequeña se ríe con situaciones divertidas que ya podíamos ver en Chaplin, Keaton o en la mima Fantasía. Lo intentan y no aciertan siempre, pero, por lo menos, aportan historias nuevas.

Podemos aceptar que la vida es una repetición, que el público quiere ver variaciones de la Cenicienta hasta morir y que las películas cuestan mucho dinero, pero convertir la magia de la animación en un refrito protagonizado por los famosos de turno, en una historia amanerada que no aportan nada y que trata al espectador como un idiota integral no es un buen camino. Prefiero las películas españolas de monjas y las de Santiago Segura. Descafeinado de sobre. 

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