Todo lo que Amazon destruye

La cara oculta del gran gigante de la distribución

Alec MacGillis analiza el funcionamiento de una empresa-superpoder mundial que "crea pobreza"

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Fotografía cedida por Amazon donde se observa a trabajadores mientras realizan sus tareas en una planta de procesamiento de productos de la empresa en Estados Unidos

Amazon / EFE

Oh, Amazon, que todo lo puedes. La empresa fundada por Jeff Bezos en 1994 tiene hoy más de 1,5 millones de empleados a lo largo del planeta y se ha convertido en uno de los grandes poderes mundiales. El periodista estadounidense Alec MacGillis ha dedicado varios años a investigarla y el resultado es el libro Estados Unidos de Amazon (Península/Periscopi). En él, a través de testimonios, trabajo de campo y datos oficiales, desmonta a ese Leviatán moderno, que resulta que es privado.

Jeff Bezos decidió empezar vendiendo libros por una razón práctica, explica: “La enorme cantidad de títulos distintos, casi una cantidad infinita, proporcionaba al comercio online una ventaja sobre las tiendas físicas que otros productos no ofrecían”.

“Los accidentes graves en Amazon doblan la media del sector, yo he descubierto seis muertos”

¿Y el nombre? “Tras empezar con Cadabra.com y barajar Awake.com, Browse.com, Bookmall.com, Aard.com y Relentless.com, Bezos se decidió por Amazon porque, dijo, el Amazonas ‘no es solo el río más largo del mundo, sino que lo es mucho más que el siguiente. No puede ni compararse con el resto”.

Amazon crea pobreza, más que riqueza, según MacGillis, quien analiza, en realidad, la evolución económico-social del conjunto de EE.UU. y concluye que se ha creado una brecha enorme y creciente entre ricos y pobres. “Quería hablar de desigualdad”, admite el autor, quien demuestra, con cifras, que “los salarios de Amazon son mucho peores que los que cobraban los obreros de la metalúrgica o del automóvil. En Baltimore, en la General Motors, se pagaba 27 dólares por hora. Diez años después, los que trabajaban en Amazon, en el mismo lugar en que estaba la fábrica de coches, cobran 12 o 13 dólares la hora”. “Esta empresa contribuye poderosamente a las desigualdades, crea pobreza. Sus empleados son los que tienen el porcentaje más alto de personas que necesitan tiquets de ayuda pública para comprar alimentos... ¡pese a tener trabajo!”. “En los años 80 –prosigue–, todas las regiones de mi país tenían unos ingresos medios que no se desviaban más del 20 %, ni por arriba ni por abajo, de la media nacional. Hoy, solamente los ingresos de Washington son más del doble que la media nacional”. En Seattle, donde Amazon se instaló, “el 53% de todos los ingresos de la ciudad van a parar al 20% de los hogares más ricos”.

El estadounidense Alec MacGillis, ayer, en el CCCB

El estadounidense Alec MacGillis, ayer, en el CCCB

Llibert Teixidó

El relato de MacGillis se basa en las historias de los trabajadores, más que la de los ejecutivos. “Quise ofrecer la panorámica del ecosistema, lo que hay detrás de nuestro clic, la persona que lleva el camión, el que conduce la carretilla eléctrica, gente real”.

Amazon mata. Las jornadas maratonianas provocan numerosas patologías y lesiones, según MacGillis, que ha descubierto incluso muertos, documentando al menos seis trabajadores fallecidos desde el año 2013 mientras trabajaban en un centro Amazon. Y reconstruye en especial la vida de dos de ellos. Una es Jody Rhoads, cuyo cuello se quedó atrapado en el 2014 entre un montacargas y un estante de acero en un centro de Carlisle, en el estado de Pensilvania. La empresa negó que se tratara de un accidente laboral pero “la autopsia dejó claro que no era una ‘muerte natural’, como decían”. Menos de tres años después, en 2017, en el mismo centro, murió Devan Shoemaker, atropellado por las ruedas de un tráiler en el patio de salida de un almacén. “Amazon dificultó la investigación”. La lista de casos citados es escalofriante: “Hay despedidos por ir al baño, víctimas de agotamiento y deshidratación, accidentes graves como fracturas de vértebras cuya intervención quirúrgica se paga con una colecta entre trabajadores y amigos... No es anecdótico. El ritmo de accidentes graves, según un estudio realizado sobre 23 almacenes de Amazon, dobla la media del sector. Ellos responden que es porque se toman más en serio su obligación de notificar los incidentes. Yo tengo mis dudas, es más probable que sea causa del altísimo nivel de exigencia”. Sobre la famosa anécdota de conductores orinando en botellas, MacGillis confirma que “es cierta, cito ejemplos de trabajadores a los que les han descontado quince minutos por ir al lavabo, u otros que orinan en las esquinas. Primero la empresa lo negó, pero luego se demostró con pruebas y lo tuvieron que admitir”. Critica que “los conductores, con camiseta y furgoneta de Amazon, no son ni siquiera trabajadores de la empresa, es el súmmum de la precariedad”.

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Amazon destruye el pequeño comercio... y la prensa libre. “Soy reportero en Baltimore e hijo de periodista –afirma, con orgullo–, y Amazon acapara muchos de los anuncios que permitían a la prensa local subsistir. Los anuncios antes estaban distribuidos por todo el país, ahora el 60% se va a las grandes empresas de Internet. Se critica mucho a Google y Facebook pero Amazon ya crece más que ellos en publicidad, cobra para posicionar los productos arriba de todo y, al cargarse los grandes almacenes y el comercio minorista, desaparecen los anunciantes. En provincias, se ha perdido uno de cada cuatro puestos de trabajo periodísticos mientras que en Washington, al contrario, se ha duplicado el número”. “Para ser honestos –prosigue– el Washington Post, que compró Bezos, ha visto incrementados notablemente sus recursos, y ofrece calidad e investigación, aunque evidentemente hay un conflicto de intereses cuando tienen que informar sobre el hombre más rico del mundo, que es su propietario”.

Amazon está subvencionado. MacGillis va enumerando las enormes ayudas públicas que ha recibido la empresa, en forma de subvenciones directas, exenciones de impuestos, regalo de terrenos, desgravaciones... “Desde el principio, su éxito se basa en no pagar impuestos. No se trata solo de que se instale en paraísos fiscales (uno de ellos es el estado de Washington, donde no existe IRPF). Para instalarse en un lugar, exige cosas como quince años de exención del IBI, no pagar la tramitación de las obras, desgravar una parte de lo que cotiza por las nóminas, cesiones de tierras, exoneración de todo tipo de tasas municipales... Amazon es agresiva al exigir cosas a los gobiernos, que se muestran sumisos para que se asiente en su área”.

Sede de Amazon del Prat. En la zona robotizada de almacenamiento, colocación de género en

Sede de Amazon del Prat. En la zona robotizada de almacenamiento, colocación de género en "caos ordenado".

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Pero no solo eso. Amazon invierte millones de dólares anuales en hacer lobbying para que le caigan los contratos de los gobiernos. “Poco a poco, ha ido consiguiendo que los grandes centros de compras estatales de Washington pasen a través de ellos, desde el material escolar a tecnología o alimentos, perjudicando al pequeño y mediano comercio. O directamente obligando a sus antiguos proveedores a venderles a través de Amazon, lo que implica perder un 15% de comisión para la multinacional”. Es lo que MacGillis llama “un impuesto privado, al estilo mafioso. Es como el peaje de la autopista, Amazon cobra por todo, por vender, por guardar datos en la nube... Y las comisiones por ventas de terceros han subido, en algunos casos, del 15 al 30% y no dejan opción al vendedor, o lo toma o lo deja. Algunos le entregan todo su margen de beneficio, o incluso más”. También muestra cómo Amazon tiende a potenciar el producto de baja calidad (más barato), “sin ninguna restricción a temas como el trabajo infantil en la manufactura”.

Si en España hablamos de las puertas giratorias entre el Gobierno y las compañías energéticas, MacGillis detalla las que se producen entre la administración demócrata de Barack Obama y Amazon. “La industria tecnológica ha corrompido a la izquierda. Es un problema, porque antes el partido republicano era el de los negocios, y ahora los demócratas también, muchos trabajan directamente para las grandes tecnológicas. Pero hay un sector, con nombres como Alexandra Ocasio-Cortez, que está harto de esto”.

Europa

“Su legislación impide que se cometan ciertas barbaridades, por ejemplo obligando a que haya sindicatos. Tienen ustedes mucho que perder si no van con cuidado”

Recientemente, se ha conseguido que se cree el primer sindicato de trabajadores de Amazon en Nueva York, algo que “la empresa ha boicoteado siempre todo lo que ha podido”.

¿Y Europa? “Su legislación y tradición impiden que se cometan ciertas barbaridades, por ejemplo obligando a que haya una representación sindical. Y la Unión Europea se toma lo de los monopolios muy en serio, frenando a los gigantes”. Pero, sobre todo, “su mejor resistencia es la tradición de los comercios pequeños en los cascos antiguos, salir y pasear”. “Tienen ustedes mucho que perder –advierte–, por lo que su caída puede ser muy grande si no van con cuidado”.

Más curiosidades: Bezos, que se ha retirado de la primera línea, pagó en el 2016 23 millones de dólares en efectivo por su casa de Washington (llevaba suelto ese día). Las obras de reforma le costaron 13 millones (no es tanto para una residencia con 25 baños, 11 habitaciones y 191 puertas hechas a medida, sin contar la casa de invitados adyacente).

Por cierto, ¿vende muchos libros en Amazon? “Algunos, pero mis lectores prefieren ir a comprarlo a otra parte”. Y, confiese, ¿qué es lo último que ha comprado allí? “Lo hago de vez en cuando, solo pido a la gente que se modere un poco. Mmm... yo, un libro descatalogado que necesitaba para mi investigación y, bueno, una manecilla para la puerta trasera de mi furgoneta. Al hacerlo, me di cuenta de que las vendían en otros sitios y me fustigué bastante por eso”.

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