Historia de la litografía

Gustave Doré, la litografía hecha arte

Considerado como el artista francés más prolífico del siglo XIX, el ilustrador Gustave Doré fue autor de magníficas litografías que sirvieron para ilustrar las obras de grandes genios de la literatura universal como Dante, Cervantes o Milton. La iconografía de sus imágenes y su inconfundible estilo fantasioso y onírico han causado gran impacto en ilustradores posteriores y también en el séptimo arte.

Retrato de Gustave Doré realizado en el año 1867.

Foto: PD

El 23 de enero 1883 un infarto acabó con la vida de Gustave Doré, tal vez el ilustrador más famoso de todos los tiempos. Su muerte fue tan fulminante como prodigiosa había sido su vida como ilustrador. Porque la obra de Doré esta íntimamente ligada a autores universales de la talla de Milton, Dante, Shakespeare o Cervantes. Su inagotable creatividad lo convirtió en uno de los más brillantes y prolíficos dibujantes del siglo XIX, tal vez uno de los últimos artistas románticos de la historia. Pero Doré no se limitó a hacer grabados, sino que también demostró sus dotes como artista en otros campos, como la pintura al óleo, la acuarela e incluso la escultura. La huella de Gustave Doré ha perdurado hasta nuestros días. Incluso ha llegado a la gran pantalla. Por ejemplo, el director y actor Terry Gilliam (en su día componente de los geniales Monty Pyhton) no ha dudado en confesar su gran admiración por el artista francés, en cuya obra se ha inspirado para crear los mundos recargados y barrocos de sus películas.

De caricaturista a ilustrador

Nacido en Estrasburgo el 6 de enero de 1832, Gustave Doré mantuvo toda su vida un estrecho vínculo con su madre, que lo apoyó desde el primer momento. Su progenitora llegó a considerar que su hijo tenía el talento de un genio. Pero su padre, por el contrario, no compartía el entusiasmo de su esposa por las habilidades artísticas de su hijo y quiso matricular a Gustave en la escuela politécnica. Pero el joven Gustave pronto daría la razón a su madre. A los quince años inició una exitosa carrera como caricaturista, bajo la batuta del editor parisino Jacques Phillipon, y poco a poco fue convirtiéndose en ilustrador profesional. Gustave empezó a ganarse muy pronto una excelente reputación gracias a sus trabajos como ilustrador de las obras literarias de autores como Dante o Balzac, e incluso aceptó el reto de ilustrar La Sagrada Biblia y El Infierno de Dante en 1860. Ambos trabajos tuvieron tanto éxito que le permitieron inaugurar la Doré Gallery en Londres y ganar una enorme fortuna.

El joven inició una exitosa carrera como caricaturista para poco a poco ir convirtiéndose en ilustrador profesional. Empezó a ganarse una excelente reputación gracias a sus trabajos como ilustrador de grandes obras literarias.

Litografía de El Infierno de Dante, realizada por Gustave Doré en 1861.

Foto: Cordon Press

El Diluvio Universal. Litografía de Gustave Dore en 1866 para ilustrar La Sagrada Biblia.

Foto: PD

En 1854, Doré realizó su primer libro ilustrado compuesto por 103 dibujos. Fue un encargo del periodista Paul Lacroix al que tituló Rabelais. Aquel sería el punto de partida que hizo de Doré un ilustrador infatigable y el creador de grabados para obras como Los Cuentos droláticos (1854) de Balzac, La Divina Comedia (Infierno, 1861, Purgatorio y Paraíso, 1868) de Dante, Las aventuras del Barón Münchausen (1862), de Rudolph Eric Raspe, La Sagrada Biblia (1865) o El Paraíso perdido de Milton (1867), entre otras. En poco tiempo su obra ya se publicaba en ediciones en casi todas las lenguas europeas, e incluso en hebreo. Para realizar sus ilustraciones, el dibujante francés, a diferencia de otros artistas, estudiaba a fondo las escenas, se documentaba sobre la vestimenta de la época, e incluso analizaba el posado de cada personaje.

Ilustración de Satanás realizada para El Paraíso Perdido, de Milton, en 1866.

Foto: PD

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El Londres victoriano

En 1869, Doré empezó una colaboración con el periodista británico Blanchard Jerrold, que tenía en mente un proyecto para llevar a cabo un relato ilustrado del Londres de mediados de la época victoriana. La intención era mostrar un fiel retrato de la miseria y las privaciones que a diario sufría la población de la capital. Como aseguró más tarde Jerrold, para realizar ese trabajo en numerosas ocasiones ambos hombres tuvieron que ser escoltados por policías de paisano, ya que pasaron muchos días, y también muchas noches, visitando antros de mala muerte, fumaderos de opio, e internándose por calles mal iluminadas donde en cada esquina podía aguardar una situación desagradable. Tanto Doré como Jerrold quedaron hondamente impresionados por la miseria que vieron con sus propios ojos, aunque también esperanzados de que algunas situaciones pudieran ser solucionadas con un poco de buena voluntad por parte de las autoridades.

En1869, Doré colaboró con el periodista británico Blanchard Jerrold en su proyecto de realizar un relato ilustrado del Londres de mediados de la época victoriana.

Portada de London, a Pilgrimage, un libro de ilustraciones realizado por Gustave Doré y Blanchard Jerrold publicado en 1872.

Foto: Cordon Press

Ludgate Hill. Escena con un atasco de tráfico. De London, a Pilgrimage.

Foto: Cordon Press

Todas aquellas ilustraciones, así como la crónica de Jerrold, vieron la luz en 1872 con el titulo London, a Pilgrimage (Londres, una peregrinación). A pesar de que en aquella época Doré ya era un dibujante consagrado (cobraba diez mil libras por un contrato de cinco años), algunos de sus detractores criticaron que la obra no había sido dibujada a pie de calle, por lo que carecía de rigurosidad. Hay que recordar que a Doré no le gustaba dibujar bajo la atenta mirada de la gente, por lo que, en efecto, obvió algunos detalles. Asimismo, el texto de Jerrold tampoco se libró de las críticas y fue tachado por algunos de superficial. A pesar de ello, los 180 grabados de Doré fueron un éxito de ventas por su excelente calidad.

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Apasionado de España y de El Quijote

España fue uno de los países que más influencia tuvieron en la obra del artista francés. Un joven Doré visitó la península ibérica en 1855 acompañado por el periodista Paul Dalloz y el poeta Théophile Gautier, y resultado de ese periplo fueron dos libros de ilustraciones titulados El viaje a los Pirineos y Corridas de Toros, publicados en el año 1860. Gustave Doré residió varios meses en Barcelona y viajó por todo el país junto al barón Davillier publicando una serie de crónicas sobre Valencia y Galicia que se publicaron en la revista Le Tour du Monde. Pero el amor de Doré por España no se limitó únicamente a sus paisajes. Al parecer se enamoró perdidamente de una famosa cantante de opera madrileña de origen italiano llamada Adelina Patti.

Gustave Doré residió varios meses en Barcelona y viajó por toda España junto al Barón Davillier publicando una serie crónicas sobre Valencia y Galicia que se incluyeron en la revista Le Tour du Monde.

Lámina realizada en 1863 por Gustave Doré para Don Quijote de la Mancha.

Foto: PD

Don Quijote acosado por sus fantasías. Lámina realizada para Don Quijote de la Mancha.

Foto: Cordon Press

A la pasión que sentía Doré por España se debe la visión que todos tenemos en nuestra mente de la figura de Don Quijote de la Mancha y de su fiel escudero Sancho Panza que ha legado a la posteridad. En la década de 1860, Doré ilustró una edición francesa de la obra de Cervantes compuesta por 370 dibujos, la mayoría de ellos de gran formato, en los que supo combinar magníficamente la fantasía y lo cotidiano al más puro estilo cervantino. Nadie ha logrado hasta la fecha arrebatar al dibujante francés la paternidad de la icónica imagen del ilustre hidalgo. En 1862, por encargo de la editorial francesa Hachette, Doré regresó a nuestro país para realizar una serie de dibujos que retratasen la España más típica del siglo XIX, una obra titulada España, que sería publicada en 1874 y que acabaría convirtiéndose en una clásico de la literatura de viajes.

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El eterno Gustave Doré

El último trabajo de Doré fue para una edición de lujo del relato El Cuervo, del escritor norteamericano de historias de terror Edgar Allan Poe, en 1883. A lo largo de toda su vida, el dibujante francés produjo más de diez mil grabados que ahora pueden admirarse en la mayoría de bibliotecas de todo el mundo. Aunque también hizo incursiones en otras disciplinas artísticas, como la pintura, en la que destacan sus tenebrosos óleos en los que hace referencia al horror de la guerra franco-prusiana (1870-1871), o la escultura, como su magnífica El poema del vino, un enorme jarrón de bronce en cuya superficie se suceden abigarradas escenas de carácter báquico, realizado entre 1877-1872.

L'énigme, cuadro de Doré realizado en el contexto de la guerra franco-prusiana. Museo d'Orsay, París.

Foto: PD

Doré también hizo incursiones en otras disciplinas artísticas, como la pintura, en la que destacan sus tenebrosos óleos en los que hacía referencia al horror de la guerra franco-prusiana.

No cabe duda de que la obra de Doré tiene un gran componente "cinematográfico", lo que lo convierte en un precursor. El maestro de los efectos especiales de Hollywood Ray Harrihausen llegó a declarar en una entrevista que "Gustave Doré habría sido un gran jefe operador […], mira las cosas con el punto de vista de la cámara". Ello es evidente en las películas de animación del cineasta californiano Tim Burton, que beben de la obra de Doré para calcar el Londres que el artista plasmó en sus láminas casi un siglo y medio antes. Asimismo, resulta indiscutible que la inconografía bíblica de Doré o las imágenes del infierno de Dante se han perpetuado en el tiempo y han sido llevadas a la gran pantalla por diversos cineastas a lo largo de las décadas como un sentido homenaje a un genio intemporal.