El atleta que sobrevivió nueve días en el desierto

OUTSIDERS (23)

Mauro Prosperi se perdió por culpa de una tormenta de arena en la cuarta etapa del Maratón des Sables de 1994, desviándose 291 km. y adentrándose en Argelia

Vagó por el desierto comiendo ratones, serpientes y murciélagos y bebiendo su propia orina. Intentó suicidarse pero su sangre era demasiado espesa

Las autoridades marroquíes y la organización de la MDS dejaron de buscarle al cabo de cuatro días de búsqueda infructuosa creyendo que había muerto deshidratado

Mauro Prosperi sobrevivió para contarlo pero sufrió la fiebre del desierto: volvió ocho veces más a correr la Sables.

Mauro Prosperi sobrevivió para contarlo pero sufrió la fiebre del desierto: volvió ocho veces más a correr la Sables.

Courtesy Mauro Prosperi

Conocida por llevar el cuerpo humano al máximo de su capacidad de resistencia, el Maratón de Sables que se celebra cada año en Marruecos, reúne a los más locos del planeta en una carrera de autosuficiencia a pie (cada corredor debe llevar su avituallamiento), de 250 km. durante 6 etapas, bajo un sol abrasador y jornadas extenuantes que mezclan tramos de dunas, montañas rocosas y paisajes embriagadores.

Mauro Prosperi estaba decidido a ganar en la edición de 1994, a diferencia de su compañero Giovanni Manzo que buscaba encontrarse a sí mismo y fue quien lo engatusó para apuntarse. Pero una tormenta de arena que duró 6 horas y que cambió el paisaje de dunas por completo le desorientó.

JJ.OO. de Los Angeles 1984

Prosperi trabajaba de policía a caballo en Sicilia. Nacido en Roma en 1955, era un atleta que practicaba las cinco disciplinas del pentatlón moderno: esgrima, salto ecuestre, natación, tiro con pistola y carrera a pie campo a través.

Se preparó a conciencia para participar en sus primeros Juegos Olímpicos en la cita de Moscú de 1980 pero el boicot de los países occidentales por la invasión de la URSS en Afganistán propició que muchos atletas no participaran y, si lo hacían, era bajo bandera olímpica.

Por lo que esperó hasta los siguientes Juegos, los de Los Angeles 1984 donde fue en calidad de reserva y, aunque él no participó, el equipo italiano de pentatlón moderno formado por Daniele Masala, Pier Paolo Cristofori y Carlo Massullo se colgó la medalla de oro.

Mapa del que disponía Mauro para orientarse

Mapa del que disponía Mauro para orientarse

Courtesy Mauro Prosperi

El Maratón de Sables

Tomó la decisión de participar en la Sables después de que lo decidiera sin consultarlo a su mujer a quien dejaba a cargo de sus tres hijos para adentrarse a una aventura con resultado indefinido.

Actualmente, en la Sables se inscriben hasta 1.300 atletas: en la edición de 1994 solamente 134 atletas se apuntaron. Creada por Patrick Bauer en 1986 (cuenta que en 1984 recorrió 350 km. en dos días asistido por un vehículo con su hermano y su novia por los mismos escenarios donde transcurre la actual carrera), han participado hasta la fecha más de 25.000 corredores. Cuando Prosperi se apuntó, solamente había habido una muerte, la de un corredor francés que tuvo un ataque al corazón en 1988. Es una prueba que ha sido dominada por los atletas marroquíes en hombres y por atletas francesas en mujeres con una vencedora española en 2010, Mònica Aguilera Viladomiu.

Mauro y Giovanni Manzo empezaban cada etapa juntos pero llegaban por separado al final

Mauro y Giovanni Manzo empezaban cada etapa juntos pero llegaban por separado al final

Courtesy Mauro Prosperi

Fatídico 4º día

Con tan pocos participantes y ante la inmensidad del desierto, al inicio de cada etapa Manzo y Prosperi salían junto a los demás pero a medida que avanzaban, se iba reduciendo la compañía y en las tres primeras etapas llegaban a la meta separados.

La primera etapa, el 11 de abril de 1994, tuvo una distancia de 29 km por terrenos rocosos, cruzando partes de desierto y terminando en la base de unas montañas. Soplaba un viento soportable para correr. El segundo día de carrera, los corredores completaron una distancia de 40 km. con zonas rocosas y dunas y el tercer día, el recorrido ja avanzó a través de las dunas del desierto cubriendo 30 km. Puestos en fila, los corredores subían y bajaban las dunas de la altura de tres pisos, en forma de escalera, siguiendo las balizas de señalización.

El cuarto día salieron como las tres anteriores pero el viento ya soplaba más fuerte. Era la etapa más larga y dura. La organización de la Sables daba entre 10 y 36 horas para que los corredores completasen los 85 km que distaban los dos puntos. Era la etapa perfecta para llevar al límite la resistencia de los corredores. Mauro y Giovanni se habían propuesto quedar entre los 10 primeros. Y era crucial no perder el rumbo.

La temperatura empezó a subir: a mediodía rozaba los 45 grados y seguiría subiendo. Poco después de la una del mediodía, Prosperi se detuvo en el tercer punto de control, firmó su asignación de dos botellas de agua y Manzo le curó una ampolla que tenía en el pie. Continuaron su camino pero se desató una tormenta de arena. Visibilidad nula durante seis horas. Amainó cuando cayó la noche. Manzo se había resguardado en el cuarto punto de control, pero no había noticias de Mauro.

Prosperi decidió caminar por la mañana y al anochecer

Prosperi decidió caminar por la mañana y al anochecer

Courtesy Mauro Prosperi

Supervivencia

Cuando despertó, Prosperi subió a la duna más alta que encontró a su lado con la esperanza de empezar a ver las balizas. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que el paisaje había cambiado por completo. Decidió volver sobre sus pasos hacia el control número tres. El agua se iba agotando y cuando terminó una botella decidió orinar en ella ya que la situación no mejoraba y se estaba dando cuenta que estaba perdido.

El segundo día de su vagabundeo por el desierto, al atardecer, oyó el ruido de un helicóptero. Sacó una bengala, no más grande que un bolígrafo por una cuestión de peso y la lanzó, pero la trayectoria del artefacto fue más bien escasa y el aparato estaba demasiado lejos para verlo.

Sus ánimos se mantenían esperanzados en que lo acabarían encontrando. Pasó la noche y amaneció el tercer día: con pavor descubrió que dos grandes pájaros sobrevolaban por encima de él. Recogió sus cosas y empezó a caminar. A lo lejos vislumbró un edificio. Se encontró un morabito, una especie de ermita edificada en medio del desierto, vacío.

Descubrió un nido con tres huevos que recogió y se comió. Afuera, colgó la bandera italiana que llevaba por si pasaba algún helicóptero de rescate. Subió a la azotea y se encontró una colonia de murciélagos. Agarró unos cuantos, les cortó la cabeza y con el cuchillo removió su interior para beber su sangre.

Ese día, los participantes de la Maratón des Sables llegaban a Zagora, última etapa de la carrera.

El morabito donde se alojó e intentó suicidarse

El morabito donde se alojó e intentó suicidarse

Courtesy Mauro Prosperi

El intento de suicidio

Amaneció el lunes 18 de abril y desde Italia, el hermano de Mauro, Roberto organiza un grupo de rescate junto con otros amigos policías para viajar a Marruecos a buscarle.

Por su parte, Mauro salió del morabito y enterró los restos de los murciélagos en un hoyo en la arena y oyó el motor de una avioneta. Enseguida recogió la ropa que podía prender más rápidamente y la encendió pero el aparato se iba distanciando y los ánimos de Mauro se hundieron. Entonces escribió ‘HELP’ en la arena por si volvía a pasar. El viento que soplaba borró las letras. Desesperado, cogió un trozo de carbón, entró dentro del morabito y escribió una última carta a su esposa pidiendo perdón por su osadía y por ser un mal esposo y padre. Apoyado en una pared, cogió su cuchillo y realizó un corte en la muñeca derecha. No brotó sangre ya que estaba tan espesa por la deshidratación que no podía fluir.

Y se quedó dormido.

El periplo de Mauro Prosperi le llevó a cruzar la frontera entre Marruecos y Argelia. Gráfico: Vane Mauri/Ferran Morales/Infografía MD

El periplo de Mauro Prosperi le llevó a cruzar la frontera entre Marruecos y Argelia. Gráfico: Vane Mauri/Ferran Morales/Infografía MD

Los Tuaregs

Despertó y vio que seguía vivo. Entonces decidió que no podía esperar que lo vinieran a buscar y debía enfrentarse al desierto solo. Salió del morabito, empezó a caminar el mismo día que todos los corredores abandonaban el país para volver a sus casas.

Agotada la comida deshidratada, Mauro tuvo que apañárselas para cazar: un ratón y una serpiente fueron sus comidas acompañados de escarabajos que cocía con la orina. En un riachuelo seco encontró unas raíces que le proporcionaron algo de sustento.

Erróneamente fue dirigiéndose hacia el este en lugar del nordeste. Aún tuvo la suerte de llegar a un oasis pero ante el ímpetu de beber se da cuenta que su estómago no lo acepta y le da calambres. Entonces decide hacer pequeños sorbos hasta saciarse.

A la mañana siguiente y con la botella llena, vuelve a caminar buscando señales de vida. Aparecen en su camino excrementos frescos de cabra y siente que se acerca a algún sitio poblado. Desde la cima de una colina aparece una niña de unos 8 años cuidando un rebaño. Al verlo arranca a correr y Mauro intenta balbucear algunas palabras inconexas pidiendo ayuda pero desaparece tras una duna. La niña regresa con su abuela y le acompañan al campamento donde le tumban en una tienda, le dan té con menta y leche de cabra. Son tuaregs. Sin mediar palabra lo cargan en un camello y lo llevan hasta un puesto de policía.

Mauro, a su llegada a Roma. Como si hubiera hecho huelga de hambre, había adelgazado 14 kg.

Mauro, a su llegada a Roma. Como si hubiera hecho huelga de hambre, había adelgazado 14 kg.

Courtesy Mauro Prosperi

Acusado de ser un espía

Esperando que la policía lo atendiera y le llevara de regreso cuál es su sorpresa cuando le tapan los ojos. Piensa que lo van a fusilar ya que en un francés difícil de comprender atisba que le están acusando de espía de Marruecos. Deciden llevarlo a una base militar donde empieza un interrogatorio. Mauro no entiende nada. Ha sobrevivido varios días en el desierto en condiciones extremas y ahora que por fin encuentra a alguien le acusan de espía. En un momento del interrogatorio Mauro les dice que es policía en Italia. Es entonces cuando un oficial le pregunta si es Mauro Prosperi. Al escuchar su nombre queda asombrado. El oficial le espeta: «Bienvenido a Argelia, señor. Hemos recibido un informe sobre usted de las autoridades marroquíes. Le llevaremos al hospital enseguida».

Agria vuelta a casa

En un hospital en Tinduf, al suroeste de Argelia, Mauro se recupera de los 9 días que ha vagabundeado por el desierto después de desviarse 291 km. Ha perdido un 20 % de su masa corporal. Su aspecto es como el de un hombre que haya hecho huelga de hambre. Con 14 kilos menos, los médicos le dicen que su hígado había fallado pero después de siete días su evolución es buena. Consigue hablar con su esposa y es trasladado a Roma donde es recibido como un héroe aunque empiezan a dudar de su hazaña.

Mauro se encuentra que debe acallar todas las dudas. Le acusan a él y a su mujer de querer sacar dinero de su calvario y que había fingido su propia desaparición. También la organización no da crédito a su pérdida: dicen que perdió la sensación de tiempo y que fue encontrado por los tuaregs varios días antes recuperándose con ellos hasta poder dar con la policía argelina. Mauro reprocha a la organización de la Sables que su supervivencia en el desierto deja en mal puesto lo que consiguió Bauer en 1984.

En 1995, un equipo de filmación realiza un documental sobre su hazaña y volviendo sobre sus pasos localiza los esqueletos de los murciélagos enterrados en la arena al lado del morabito.

Sobrevivió para contarlo pero sufrió la fiebre del desierto: volvió ocho veces más a correr la Sables.

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www.historiasdeoutsiders.com

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