‘Allen v. Farrow’: Propaganda contra Woody Allen y chapuza periodística

El documental de HBO solo cuela si vives en un país que censura las memorias del director
Mia Farrow y Woody Allen con sus hijos Dylan y Moses
Mia Farrow y Woody Allen con sus hijos Dylan y Moses
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Mia Farrow y Woody Allen con sus hijos Dylan y Moses

¿Qué ha pasado con el periodismo en EE UU? El país de Bernstein y Woodward, de Ben Bradlee, de Joan Didion, de Katharine Graham, de Gay Talese, de Lillian Ross, de Robby Robinson, ya no quiere un periodismo objetivo, un periodismo que escuche a todas las partes de una historia, que contraste, que no esconda. La última demostración es este documental de título engañoso, Allen v. Farrow, que se presenta como un género periodístico cuando realmente es una burda operación de propaganda de los Farrow contra Woody Allen, además de estar estirado como un chicle para alcanzar un innecesario formato seriado.

Tras la insistente y efectiva campaña de desprestigio al director comandada por su hijo Ronan Farrow a caballo del Me Too, no resulta para nada sorprendente que su madre, Mia, y su hermana, Dylan, saquen la artillería pesada contra Allen por enésima vez, pero sí resulta decepcionante, como usuaria habitual de HBO, que el canal se preste a difundir un “documental” sin ningún rigor periodístico, dogmático, parcial y sensacionalista.

Uno se cuestiona si el resto de documentales que ha visto últimamente en HBO –Ciberguerra en las elecciones estadounidenses, Fake Famous, Natalie Wood: Entre bambalinas, Posverdad: La desinformación y el coste de las Fake News…– serán igual de tramposos que este, con la misma suspicacia con la que una lee ya el New York Times que en su día idealizó.

Allen v. Farrow es un documental tan chapucero que te obliga a hacer el trabajo periodístico que sus directores Kirby Dick y Amy Ziering no han hecho. Como era de esperar, Woody Allen y Soon-Yi Previn no han querido participar en la película. Los documentalistas toman entonces la decisión de salpimentar la serie con fragmentos de A propósito de nada, las memorias recientemente publicadas de Woody AllenUna podría detenerse en la carambola que supone que los Farrow detuviesen su publicación en Hachette y ahora se sirvan de ellas con naturalidad, pero es más flagrante la falta de rigor con la que hacen uso de ellas, seleccionando los testimonios que coinciden con su relato y desechando los demás. Es en su selección partidista, interesada, imprecisa, donde es fácil desmontar su método propagandístico.

Allen v. Farrow
Allen v. Farrow
HBO

El documental recurre por primera vez a las memorias del director de Annie Hall para relatar el momento en el que Mia Farrow y él se conocieron verificando amablemente los recuerdos a cámara de la actriz. Sin embargo, quien ha leído A propósito de nada enseguida identifica olvidos significativos, desde la anécdota de la carta que Mia Farrow le envió al director sin conocerle de nada, a pesar de lo cual le decía “Sencillamente, te amo”, hasta otros episodios de omisión más grave.

El documental oculta a propósito la descripción que Allen hace de la familia de Mia: “La familia de Mia estaba plagada de comportamientos extremadamente ominosos que aumentaron durante los años que estuve con ella. Graves problemas de alcoholismo y drogadicción entre los hermanos, antecedentes penales, suicidios, personas ingresadas por trastornos mentales e incluso un hermano en prisión por abuso de menores”. Por el contrario, Allen v. Farrow describe a los Farrow como una idílica familia de Hollywood. Mia tuvo una niñez feliz solo mancillada por la polio que sufrió. De hecho, esta enfermedad se presenta como el germen de su condición de super madre de 14 hijos.

A propósito de nada
A propósito de nada
Alianza Editorial

En general, Allen v. Farrow es un descomunal lavado de imagen de Mia Farrow. Desde la casita de muñecas que abre la sensacionalista cabecera de la serie documental, pasando por los vídeos caseros rodados por la actriz, a los testimonios de la prole (los hijos que siguen vivos, claro) y dos amigas de la familia; todo está calculado para contrarrestar la imagen tremenda de Farrow que sus hijos adoptivos Soon-Yi y Moses Farrow han dado de la actriz en los artículos y entrevistas publicados en los últimos años.

Lo gracioso es que solo se alude a dichos testimonios de pasada y al final del cuarto capítulo de la serie. El que los directores decidan que Dylan recite en voz alta el artículo que publicó en el New York Times de principio a fin y no se dignen a reproducir en su integridad la entrevista a Soon-Yi o el artículo escrito por Moses Farrow es de una falta de profesionalidad periodística alarmante. ¿Por qué deciden los directores que no merece la pena que los espectadores escuchemos esos testimonios? ¿Porque les estropea su versión parcial de los hechos?

Moses, el hijo que habló

Hagámoslo aquí, pues: “Dado el ataque incorrecto y engañoso a mi padre siento que no puedo permanecer callado mientras que se le condena por un crimen que no cometió”, comienza A Son Speaks Out, el post del blog de Moses Farrow cuyo contenido Allen v. Farrow prefiere obviar. El escalofriante artículo de Moses aporta su versión de lo que ocurrió el fatídico 4 de agosto de 1992, día en el que se acusa a Woody Allen de haber abusado de su hija Dylan y en el que, según Moses, el director nunca estuvo a solas con su hija. Pero, además, hace una descripción de la vida familiar en casa de los Farrow que pone los pelos de punta.

Aquí va un párrafo que, pienso yo, debería haber complementado ese retrato de madre ideal que se hace de Farrow en el documental: “Estoy convencido de que mi madre tenía buenas intenciones al adoptar niños discapacitados pero la realidad entre las cuatro paredes de nuestra casa era muy diferente. Me duele recordar casos en los que presencié cómo mis hermanos, ciegos o discapacitados, fueron arrastrados por las escaleras y lanzados a dormitorios o armarios, donde se les encerraba. Ella incluso llegó a encerrar toda la noche a mi hermano Thaddeus, que había quedado parapléjico tras enfermar de polio, en una cabaña por una transgresión menor”.

Woody Allen, Mia Farrow, Moses Farroy y Dylan Farrow
Woody Allen, Mia Farrow, Moses Farroy y Dylan Farrow
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Sin duda, creo que también se debería haber citado a Moses cuando cuenta cómo Mia les agredió a él y a Soon-Yi en repetidas ocasiones o cómo murieron sus hermanos. Estas muertes son ignoradas en el documental, a pesar de lo cual testimonios antiguos de estos hijos se utilizan según favorece el relato de los directores constituyendo una praxis moralmente dudosa. 

De nuevo, volvamos al artículo de Moses: “La mayoría de los medios atribuyen la muerte de mi hermana Tam a un fallo cardiaco cuando tenía 21 años. Sin embargo, Tam sufrió depresión durante toda su vida, enfermedad que se vio exacerbada por la negativa de mi madre de llevarla a un especialista. Una tarde del año 2000, tras una gran pelea con Mia que terminó cuando mi madre se marchó de casa, Tam se suicidó con una sobredosis de pastillas. Mi madre le diría a otras personas que la sobredosis había sido accidental, argumentando que Tam era ciega y que se había equivocado de pastillas. Pero Tam tenía una memoria de hierro y, por supuesto, su ceguera no le impedía contar las pastillas”.

Moses cuenta que fue su hermano Thaddeus quien presenció la bronca y la sobredosis de su hermana. “Lamentablemente, no puede confirmarlo ya que también se suicidó hace dos años, disparándose dentro de su coche a 10 minutos de casa de mi madre”, afirma en su artículo. Por último, recuerda cómo su hermana Lark, tras años de drogadicción, terminó muriendo de sida en 2008 sola y abandonada por Mia Farrow. Los directores Dick y Ziering no solo deciden obviar estas declaraciones sobre la vida familiar de los Farrow sino que introducen testimonios del resto de los hijos y de amigas de la familia describiendo un hogar cálido que además era un ejemplo de diversidad. Woody Allen cuenta en sus memorias: “En una ocasión Mia fue en avión a Texas con Soon-Yi para adoptar a un niño mexicano, pero tras pasar este unos pocos días en su apartamento neoyorquino, lo mandó de regreso por razones que solo ella conoce. También recuerdo que adoptó a un niñito que padecía de espina bífida y que vivió varias semanas en el apartamento, pero a su hijo Fletcher lo irritaba, de modo que también lo mandó de vuelta”. El documental tampoco hace referencia a estos episodios.

Allen y Soon-Yi
Allen y Soon-Yi
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Allen v. Farrow solo menciona el artículo de Moses para deslegitimarlo pero sin reproducir ninguna de sus partes. Por ejemplo, el documental ignora convenientemente el relato del hijo de Allen sobre su niñera, Monica, que dejaría el trabajo unos meses después del 4 de agosto alegando que Mia Farrow la estaba presionando para que la apoyase en sus acusaciones. Nada se dice en las más de cuatro horas de serie sobre cómo Monica testificó diciendo que había presenciado cómo Farrow grabó durante tres días a Dylan hasta que consiguió arrancarle el testimonio de que Woody había abusado de ella en el ático. Tampoco se menciona a Nancy Schultz, la terapeuta de Dylan que criticó el hecho de que Mia hubiese hecho ese vídeo y que fue fulminantemente despedida por la actriz.

El documental echa mano de cartelas informativas que relatan supuestos hechos y en varias ocasiones no cita sus fuentes. Es inevitable preguntarse quién habla desde esa voz omnisciente o por qué no salen las fuentes a decir por sí mismas lo que supuestamente dijeron. Al final de cada episodio una cartela indica que Woody Allen deniega las acusaciones de abuso sexual pero la pregunta es por qué Allen v. Farrow prefiere esa aséptica cartela a la pormenorizada versión de los hechos que el director da en sus memorias.

Por poner un ejemplo: “No tiene el menor sentido que un hombre de cincuenta y siete años a quien jamás han acusado de un solo acto indecoroso en toda su vida, y justo cuando está metido en una muy polémica y pública disputa legal por la custodia de sus hijos, se traslade hasta el entorno hostil de la casa de campo perteneciente a la mujer que más lo odia y, en una residencia llena de gente predispuesta a ponerse del lado de ella, este hombre, que está emocionado porque acaba de encontrar al verdadero amor de su vida, una mujer con la que se casaría y con quien formaría una familia, de pronto decida escoger ese momento y ese lugar para convertirse en un pedófilo y abuse sexualmente de su hija de siete años a quien adora”.

¿Es documental cuando es parcial?

En Allen v. Farrow solo se tienen en cuenta los testimonios que favorecen el relato de Mia Farrow. Los que exoneran a Woody Allen son contestados con supuestos expertos o, ya puestos, con críticas de cine. ¿Que el Yale New Haven Hospital determinó, tras una investigación, que Dylan “no era capaz de diferenciar entre realidad y fantasía” y que “seguramente Mia Farrow había instigado las acusaciones”? No pasa nada. El documental propone una caterva de expertos que explican que la investigación se hizo mal y ya está.

¿Qué en Nueva York no se decidió llevar a juicio a Woody Allen? Sí, pero fue fruto de una conspiración que implicaría a los altos cargos de la ciudad ya que, según Mia Farrow, “Woody hacía películas en Nueva York y eso les reportaba mucho dinero”. El director, según Allen v. Farrow, no se quiso someter a un polígrafo de la policía de Connecticut sino a uno privado. Sin embargo, esto es lo que él afirma en sus memorias: “Me sometí a una prueba con un detector de mentiras realizada por una persona por la que la policía de Connecticut tenía el mayor de los respetos, Paul Minor. Fue el poligrafista principal del FBI de 1978 a 1987. La pasé sin ninguna dificultad, pero cuando le pedimos a Mia que se sometiera a la misma prueba, ella se negó”.

El documental presenta con gran orgullo al fiscal del estado de Connecticut Frank Maco como un aliado. Hay un reencuentro pomposo con Dylan Farrow y uno no termina de entender por qué los Farrow consideran de su parte a un hombre que decidió que no había que llevar a juicio a Allen. Según el mismo fiscal explica en el documental: “Había causa probable pero no quise someter a una niña tan pequeña al circo mediático de un juicio”. Pero la versión de Allen en A propósito de nada difiere bastante de aquella: “Mantuvo el caso abierto varios meses, durante toda la audiencia de custodia, lo que no sirvió más que para apoyar en gran medida la posición de Mia. ¿Pero por qué? ¿Qué ganaba con perjudicarme? Sandy Boluch y Judy Hollister trabajaban en casa de Mia en esa época y ambas relataron separadamente que Maco se presentaba de vez en cuando sin anunciarse, apestando a perfume barato (sus propias palabras), y que Mia se arreglaba y se maquillaba y salía a comer con él. Al parecer esa era la idea que tenía Maco sobre cómo llevar a cabo una investigación imparcial y sin prejuicios”.

Allen v. Farrow
Allen v. Farrow
HBO

Esta ausencia de método periodístico podrá convencer a los ya convencidos pero sin duda hace que el espectador informado termine atendiendo con escepticismo a los testimonios de Mia y Dylan Farrow. La serie documental se presenta como el fruto de una investigación de dos años que desvelará nuevos documentos y grabaciones inéditas. En realidad, esos documentos más que revelados son reinterpretados. Y las grabaciones, conversaciones telefónicas grabadas por Woody Allen, seguramente aconsejado por su abogado, dan una imagen opuesta a la que el documental pretende, pues involuntariamente nos muestran a un Woody Allen mucho más sensato y centrado que Mia Farrow.

El silencio de Soon-Yi

Soon-Yi rompió su silencio en una entrevista para Vulture en 2018 pero su testimonio también se omite en el documental. No obstante, sí que se menciona su existencia cuando quedan 10 minutos para que termine la serie y solo para desprestigiarlo diciendo que es un movimiento calculado para que vuelvan a producirle películas a su marido y, de paso, insinuar (con una cartela, claro) que la relación con Woody Allen comenzó cuando ella estaba aún en el instituto. En varios momentos del documental, Mia Farrow llora hablando de “mi niña” y recordando cómo “tardó seis años en tirar el calcetín navideño que le había tejido pensando que ella todavía volvería”. No es hasta el final del documental (y con otra cartela) cuando se explica que Woody Allen y Soon-Yi llevan treinta años casados y tienen dos hijas.

Woody Allen
Woody Allen
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Como el contenido de la entrevista de Vulture se pasa por alto, recordémoslo aquí. Farrow admite que nunca llegó a crearse un vínculo entre ella y Soon-Yi por culpa, explica, de la madre de esta, que la abandonó mientras hacían la compra. Soon-Yi, en cambio, recuerda que fue ella la que salió huyendo de su casa y que la dificultad para encariñarse con su madre adoptiva tuvo que ver más con la jerarquía de afectos de Mia (“prefería los hijos rubios con ojos azules”), con los constantes insultos (“estúpida, imbécil”), las agresiones físicas con objetos arrojadizos o el hecho de que la emplease a ella y a sus hermanas adoptivas para limpiar la casa. “Mia nunca fue buena conmigo. Con Woody tuve la oportunidad de dejarme querer y de ser cuidar por alguien, así que salí corriendo. Hubiese sido estúpida si me hubiese quedado con Mia”, explica en la entrevista.

El periodismo

A parte de todo esto, hay varios momentos de Allen v. Farrow que caen más obviamente en el sensacionalismo. Para empezar, ese montaje en el que se iguala a Woody Allen con Michael Jackson, Weinstein, Bill Cosby y otras figuras mediáticas. En cada uno de estos casos, existen pruebas, testimonios e incluso condenas que ni tienen que ver entre sí ni tampoco con el caso de Woody Allen. 

No menos grave me parece el fragmento de los críticos de cine. Periodistas de medios influyentes como Slate, Vox o The Paris Review nos explican por qué durante tanto tiempo hemos creído en la inocencia de Woody Allen. Según ellos, no ha tenido nada que ver el hecho de que nunca haya sido acusado o de que en las investigaciones realizadas se demostrase su inocencia. No. Estos críticos de cine –una incluso afirma que nunca más va a ver ninguna película de Woody Allen– consideran que hemos creído en él durante todo este tiempo por los personajes a los que ha interpretado en su filmografía –el hombrecillo torpe y frágil, neurótico– y por su condición de genio. 

Además, estos críticos hacen un análisis de las películas de Woody Allen en función de las relaciones entre hombres mayores y mujeres jóvenes. Una llega a argumentar que las dinámicas de estos personajes a lo largo de su filmografía, y en concreto en Manhattan, son una manera de justificar “que esto está bien”, como si la realidad, plagada de relaciones entre hombres maduros y mujeres jóvenes, bebiese entera de las películas del director neoyorquino.

Pero es tal la hipocresía de los directores de Allen v. Farrow que son capaces de montar estos testimonios no muy lejos de la secuencia en la que Mia Farrow cuenta su matrimonio con Frank Sinatra cuando ella tenía 21 años y él, 51. Ya que estamos con la vida de Mia Farrow anterior a Woody Allen, cabe preguntarse por qué el documental no menciona cómo Mia Farrow se quedó embarazada del marido de su mejor amiga Dory Previn, que tuvo que ser ingresada en un psiquiátrico. Menos mal que ya lo contó (o mejor, cantó) ella misma en su magnífica canción Beware of Young Girls.

Al respecto, Woody Allen cuenta en sus memorias esto que el documental omite: “Cuando estaba inmerso en un litigio público de custodia con Mia, Dory, con quien nunca había coincidido y con quien jamás había intercambiado una palabra, se puso en contacto conmigo y me confirmó que los rumores eran ciertos, insistiendo que Mia era una embustera y aconsejándome que tuviera cuidado con ella. También me mencionó una canción que ella había compuesto cuya letra se refería a un encuentro que tenía lugar entre una niñita y su padre en un desván. La canción se llama Papito en el desván y la letra dice: ‘Y él tocará el clarinete cuando yo me desespero con mi papito en el desván’. Me contó que a Mia le gustaba cantarla y estaba segura de que se había inspirado en ella para ambientar en un desván cierta denuncia falsa de abuso sexual”.

Allen y Mia Farrow.
Allen y Mia Farrow.
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En sus memorias, el director reflexiona: “Debo decir que la reacción de The New York Times me defraudó. Una cosa es que unos cuantos actores y actrices estúpidos salgan a declarar mecánicamente que se arrepienten de haber trabajado conmigo, pero el Times, un medio que yo creía que estaba formado por hombres y mujeres serios, que en la mayoría de los casos adoptaban una posición correcta en los asuntos que me importaban, sin duda me sorprendió. Una y otra vez publicaron artículos que sugerían o daban por sentado que yo había hecho una cosa muy mala; siempre comentaban que me habían acusado de abusar sexualmente de mi hija, y solo en algunos casos hacían la aclaración de que yo lo negaba o incluso que jamás se habían presentado cargos. Lo que omitían, aunque lo sabían, era que yo había sido objeto de un examen minucioso y que dos investigaciones serias me habían absuelto totalmente de la acusación”.

Este documental de HBO solo perpetúa una tendencia iniciada por medios como el Times. Ese periodismo de creencias que no atiende a los hechos ni a corroborar las diferentes versiones de una historia. El periodismo de los que quieren que creas en vez de pensar por ti mismo. 

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