Las fechas para la toma de posesión de un presidente de Estados Unidos están llenas de anécdotas. Las hay de todos los tipos, aunque pocas como la ocurrida en 1973. Para entonces, Nixon desconfiaba de todo, incluso de las palomas.
Desde luego, el clima no era el más propicio para llegar a su toma de posesión tranquilo. En su primera inauguración de mandato, en 1969, Nixon ya experimentó los sinsabores de una reacción violenta como resultado de su apoyo a la controvertida Guerra de Vietnam. De aquella primera fecha se recuerda a cientos de asistentes que mostraron su disgusto arrojando estiércol de caballo a los invitados del vicepresidente entrante Spiro Agnew. No solo eso. Al propio Nixon le arrojaron tomates y piedras mientras viajaba en caravana a la Casa Blanca.
Con estos antecedentes, el día antes de la segunda investidura Nixon apenas podía comer. Al clima se sumaba lo conseguido por el presidente en los cuatro años anteriores: Vietnam, los Papeles del Pentágono, una polémica política con China y la por entonces creciente historia del Watergate. En general, Nixon fue ampliamente criticado por su aislamiento y falta de liderazgo moral.
Además, el presidente recordaba otro hecho ocurrido en la anterior inauguración. Nixon había notado que había una gran cantidad de pájaros en los árboles, y no le gustaba la idea de que le hicieran caca mientras conducía por el National Mall en Washington DC en una limusina descapotable.
La simple idea de una imagen con cientos de personas abucheándole mientras le caía el regalo envenenado en su chaqueta le aterraba. Esta fue la razón que le llevó a ordenar que retiraran todas las palomas de su recorrido, y para ello no dudó en pedir al Comité de Inauguración un gastó de 13.000 dólares en el repelente químico de plagas, Roos-No-Moore, para que se esparciera por toda la ruta.
La idea inicial no era una masacre de aves, más bien, se pensó que las palomas que normalmente ocupaban el área serían rechazadas por la solución, evitarían el área y mantendrían a Nixon libre de posibles excrementos.
En cuanto a la solución química, Roost No More se hacía con polibuteno, una sustancia resbaladiza y pegajosa que no se seca. En las indicaciones decía que rociado sobre árboles y otras superficies podía irritar las patas de un pájaro.
Finalmente, el inventor de Roost No More, Joseph Fink, roció el producto a lo largo de Pennsylvania Avenue, desde la Casa Blanca hasta el Capitolio, antes de la inauguración el 20 de enero.
El desenlace no fue el esperado, y las aves no pudieron soportar Roost No More. Aunque se creía que no era tóxico, el aerosol pegajoso logró adherirse directamente a muchas de las aves, apelmazando sus plumas y haciendo que cayeran al suelo antes de expirar.
El resultado final fue una extraña celebración en la que Nixon avanzaba con su caravana por un recorrido teñido de cadáveres de palomas esparcidas por las calles. [Chemistry World, Mental Floss]