Nadie sabe cómo una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo desapareció de la faz de la Tierra

Amanecer en el Océano Pacífico. WC

¿Qué ocurre cuando una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo desaparece sin dejar rastro y sin motivo alguno? Que se organiza una de las búsquedas más épicas y asombrosas de cuantas han existido. Un rescate legendario.

Hablamos de James Nicholas Gray, el hombre que ayudó como pocos a resolver problemas, el científico estadounidense que recibió el Premio Turing en el año 1998 por sus contribuciones a la base de datos y procesamiento de transacciones y a su liderazgo en la implementación de sistemas.

Sin embargo, una mañana del año 2007 todo cambió. Su misteriosa desaparición propició una de las más ambiciosas misiones de rescate de la historia. A la Guardia Costera se unirían un equipo formado por científicos, satélites, aviones de la NASA, Microsoft, Oracle, Amazon, Google, Bill Gates, la Marina de los Estados Unidos con sus oceanógrafos e ingenieros, los astrónomos de las principales universidades…

Esta fue la historia.

Gray antes de partir

Jim Gray nació en 1944 en San francisco, California. Fue el segundo hijo de una madre profesora, Ann, y padre del Ejército de los Estados Unidos, James. Al poco de nacer Jim los Grey se trasladan a vivir a Roma, espacio en el tiempo donde Grey pasó la mayor parte de su infancia. Allí aprendió italiano, además de inglés.

Poco después la familia regresa a Estados Unidos y se instala en Virginia, lugar donde los padres de Jim se divorcian y él regresa a la Bahía de San Francisco con su madre. Mientras, su padre James pasa a convertirse en inventor, momento en el que hace una pequeña fortuna patentando una especie de cartucho de tinta pionero para las primeras máquinas de escribir.

Durante muchas de las visitas frecuentes al acuario y planetario en el Golden Gate Park, el joven Grey comienza a sentir fascinación por la ciencia. El chico devoraba libros y se atrevía a predecir que los ordenadores serían algún día lo suficientemente inteligentes como para jugar al ajedrez y enfrentarse a problemas sociales.

Paralelamente a la ciencia Jim también mostró una inusitada pasión por los viajes. A menudo acudía con su tío a Yosemite, espacio donde aprendió a sobrevivir en el bosque con muy pocos recursos, una de las “misiones” con las que su tío le desafiaba. Sin embargo, el día que disfrutó de su primer baño en el mar todo cambió. A partir de entonces, Jim supo que un día llegaría a tener un barco con el que emprender nuevas aventuras.

Ocurre que ese sueño de joven no llegó a darse. A cambio, el Jim Gray capitán se convirtió en doctor en informática por la Universidad de Berkely. Apasionado por los ordenadores, comenzó su carrera en Bell Labs como joven programador. Más tarde pasó a trabajar en IBM Research, espacio donde pasó a formar parte de un equipo de I+D que estaba tratando de convertir los modelos de base de datos de los bancos en un software funcional. Su trabajo se centró en las transacciones, y sus soluciones ahora las podemos encontrar en todo el mundo, desde la mismísima Amazon hasta la mayoría de grandes empresas como la misma Microsoft.

Gray había contribuido a varios de los principales sistemas de procesamiento de base de datos. Su equipo había creado el System R de IBM, el precursor que sentó las bases técnicas de una nueva industria. Más tarde trabajaría como investigador industrial y diseñador de software en varias compañías como Tandem y DEC hasta que en 2006 pasó a formar parte del equipo de Microsoft Research.

Un año después, en el 2007, Gray se podría decir que era un hombre feliz. Vivía en San Francisco con su segunda esposa Donna Carnes. El científico había conocido a la profesora de historia en 1984. De ascendencia noruega, Donna también era una experta marinera y excursionista. Ambos se habían convertido en uña y carne desde entonces, navegando y viajando siempre que podían.

Los dos disfrutaban de la embarcación que tenía en Gashouse Cove, un pequeño puerto deportivo en la Bahía. Se trataba de un crucero rojo de fibra de vidrio de unos 12 metros, una embarcación llamada Tenacious.

Un viaje sin retorno

El 28 de enero del 2007 todo cambió. Gray se había despertado en el crucero. El programador de Microsoft tenía 63 años y nada más levantarse llama a su esposa, quién estaba de vacaciones con sus amigos en Wisconsin. Gray le dice que se iba a dirigir a los Farallones, una serie de pequeñas islas y peñascos a unos 43 kilómetros al oeste de las costas de San Francisco.

Un refugio de vida silvestre donde Gray iba a esparcir las cenizas de su madre Ann, quien había muerto en el mes de octubre. Para ello, el hombre se dirige a través del Golden Gate hacia el mar abierto. Los registros de aquel día marcaban marea y viento a favor. Sobre las 10:30 vuelve a llamar a su esposa y le dice que se estaba acercando a una boya con marca a unos 25 kilómetros de distancia.

Carnes recuerda preguntarle si llevaba puesto el arnés. Gray le respondió que sí y antes de cortar le dijo que la volvería a llamar más tarde. Minutos después el programador deja un mensaje de lo más optimista para su hija Heather. El mensaje dice:

Heather, estoy llevando a la abuela a su último lugar de descanso, estoy rodeado de delfines por esta zona, está un poco nublado, pero muy agradable, no hay ballenas sólo muchos delfines muy bonitos. Besos, te quiero mucho, cuídate, adiós.

A las 11:50 su smartphone se sincroniza con el servidor de correo electrónico de Microsoft por última vez. Un par de horas más tarde, en el sureste de los Farallones, un naturalista llamado Brett Hartl vio un velero con un casco rojizo a dos o tres kilómetros en alta mar, una embarcación que se dirigía al norte.

Y a partir de aquí, Gray y su barco desaparecieron de la faz de la Tierra. La Guardia Costera no recibió ninguna llamada de Mayday y la EPIRB del barco de Gray, la radio de emergencia diseñada para transmitir una señal si se hunde, había permanecido en silencio. Ningún marinero de la zona reportó haber visto un barco a la deriva, un chaleco salvavidas o si quiera trozos de escombros del barco.

Obviamente, la noticia de su desaparición sorprendió a la comunidad de Silicon Valley. Gray ya era una leyenda cuyo trabajo ayudó a hacer posible muchos de los pilares de la vida moderna, desde los cajeros automáticos hasta el comercio online o los sistemas de la todopoderosa Google.

Desde Sergey Brin, ferviente admirador de su trabajo, hasta la propia Microsoft, de la que actualmente formaba parte e incluso había convencido para que construyeran un centro de investigación en San Francisco para que él y su esposa no tuvieran que mudarse. Incluso su influencia iba mucho más allá de la codificación y los ordenadores, Gray se había labrado un círculo cercano donde había de todo, desde astrónomos hasta oceanógrafos, geólogos, genetistas…

Cuando la búsqueda se hizo pública a nivel nacional, la red comenzó a lanzar todo tipo de teorías sobre el hombre. Entre ellas la posibilidad de que Gray fuera el nuevo D.B. Cooper, aunque lo cierto también, es que Gray no tenía ningún motivo para ello.

Desde el momento que se inició la búsqueda su esposa permaneció aislada sin hablar con la prensa. Aunque poco después accedió a hablar con el periodista S. Silberman para ofrecer pistas sobre la vida de Gray y el rescate que estaba a punto de comenzar. Según le dijo a Silberman:

Estoy decidida a averiguar qué le pasó a mi marido. Y también estoy decidida a encontrar a Tenacious, porque el barco es la llave hacia Jim y hacia este extraño, singular y doloroso misterio.

Una búsqueda legendaria

Como decíamos al comienzo, la esposa de Gray se encontraba en Wisconsis esquiando con un grupo de amigos. Cuando llegó la noche y preocupada por no tener noticias de su esposo, llamó al capitán del puerto, quién le verificó que el barco no había regresado. El capitán llamó a la Guardia Costera y el comandante adjunto David Swatland se haría cargo de las labores de búsqueda.

Lo primero que hizo el equipo de Swatland fue transmitir una descripción del velero a los marineros de la zona. Más tarde un barco patrulla salía del puerto en busca del científico. Al barco se unió durante la madrugada un helicóptero y un avión C-130 Hercules, ambos equipados con radar de imágenes térmicas, y avanzaron por toda la zona de los Farallones.

A la mañana siguiente (lunes) la Guardia Costera envió un comunicado estándar a la prensa sobre un marinero desaparecido. Por aquel entonces Swatland no tenía la menor idea de quién era gray ni lo conocido que podía ser en algunos círculos. Sin embargo, en muy poco tiempo los medios locales conectaron su nombre con Microsoft. En ese momento las cámaras de televisión se dirigieron a Yerba Buena y la noticia se difundió rápidamente entre los colegas y amigos de Jim.

Paula Hawthorn fue de las primeras en enterarse. La ex presidenta de Informix conocía a Gray desde hacía más de 35 años y decide buscar la manera de organizar una ayuda. La mujer piensa que, dado el gran número de ilustres amigos del programador y las conexiones de estos en ámbitos de todo tipo, podrían ayudar al rescate.

Paula decide enviar un correo electrónico a un grupo central de personas con una idea simple. La mujer sugería el uso de imágenes satelitales para complementar el trabajo de los barcos y avión de la Guardia Costera. Un mensaje que finalizaba con un: ¿Con quién tenemos que hablar?

Una de las personas a las que le llegó el correo fue al mismísimo Sergey Brin, co-fundador de Google, quien prometió hablar con la empresa de satélites DigitalGlobe, el principal proveedor de imágenes de los de Mountain View. La lista de celebridades del sector tecnológico era enorme, y como Brin, la mayoría estaba dispuesto a colaborar en lo que fuera. Se había creado un grupo de trabajo para el rescate bajo el apodo de Los amigos de Jim.

A mitad de semana Swatland ya había asignado más barcos, helicópteros y personal para la búsqueda. También se habían realizado simulaciones por ordenador para predecir por dónde podría estar a la deriva el barco en el supuesto de que el hombre hubiera sufrido un percance que le haya dejado inmóvil.

Ese día se suma a las ayudas Joe Hellerstein, profesor de ciencias de la computación de la Universidad de Berkeley y ex-alumno de Gray. Hellerstein se encargó de lanzar una web para coordinar esfuerzos online. Por su parte Microsoft, la empresa actual de Gray, trabajó junto a la Guardia Costera para aportar recursos técnicos a la búsqueda.

Curiosamente, entre la propia comunidad tecnológica la desaparición del científico sonaba a deja vú. Meses antes, en noviembre del 2006, el editor de la web CNET, James Kim y su familia, habían desaparecido en las montañas de Oregón. La esposa e hijos de Kim se salvaron porque dos ingenieros de Edge Wireless investigaron los registros telefónicos, lo que ayudó a un piloto de rescate a localizarlos justo a tiempo. Kim en cambio fue encontrado muerto dos días después.

Cingular (AT&T actualmente) aceptó la petición de Swatland sobre los registros completos del teléfono de Gray para poder triangular su último punto de contacto. Había esperanza de que Gray se mantuviera con vida. Además, el tiempo estaba cooperando, el cielo estaba cristalino y el mar tranquilo.

Poco a poco el área de búsqueda se fue ampliando, pero mientras eso ocurría, la Guardia Costera debía empezar a considerar otras posibilidades, opciones como que el propio Gray no quisiera ser encontrado. Pero lo cierto es que no había un patrón para creerlo. Gray no tenía problemas financieros y parecía un tipo tremendamente feliz y enamorado de su esposa.

Quizá había un punto a considerar. Carnes le contó a Silberman que tras la muerte de la madre del programador en octubre, falleció el padre de ella. Gray estuvo afectado en los últimos meses de vida de su madre mientras la veía perder su capacidad para andar. Tras el fallecimiento le llegó a confiar a su esposa que había visto su futuro y que no era nada bueno. Pero incluso triste, nadie creía que el científico hubiera decidido abandonarse a la suerte en el mar. Era un escenario improbable.

Otra de las personas que se encontraban en la larga lista de los amigos de Jim era Werner Vogels, CTO y vicepresidente de Amazon.com en Seattle. Y es que Gray también fue profesor de prometedores principiantes como el propio Vogels, quién llegó a pedirle consejo tras la llamada de Jeff Bezos para contratarle en Amazon.

Rick Rashid, VP de Microsoft, también estaba en esa nutrida lista. Él fue quién reclutó a Gray en Microsoft (1995) en un momento donde las grandes firmas estaban detrás del hombre. O el astrónomo Alex Szalay, de la Universidad Johns Hopkins, con quién participó en un proyecto masivo de cartografía estelar a la web (Sloan Digital Sky Survey) de forma que los datos fueran accesibles para los astrónomos profesionales y estudiantes.

El resultado fue SkyServer, probablemente, el recurso astronómico más utilizado en el mundo y actor principal para el descubrimientos en materia de galaxias enanas o materia oscura desencadenadas por el Big Bang. Así que en general, cuando el mundo académico y científico cuyas carreras habían florecido bajo su influencia se enteró de que Gray se había perdido en el mar, se organizaron para ayudar sin dudarlo ni un instante.

Desgraciadamente, a los tres días de su desaparición Swatland celebró una conferencia de prensa para explicar lo siguiente:

Hemos peinado kilómetros de océano. No podemos buscar indefinidamente y siempre es difícil decidir cuando debes parar. La Guardia Costera no ha encontrado nada. El 1 de febrero se cancela la búsqueda oficialmente. 

Pero los amigos de Jim no iban a parar. De repente, en la web comenzó a rondar la posibilidad de buscar a Gray con las mismas herramientas que él mismo había ayudado a inventar. En el fatal evento ocurrido con el editor de CNET ya se había sugerido el uso del crowdsourcing como un esfuerzo de rescate y ayuda online. ¿Qué hicieron?

El primer paso fue viralizar su rescate en redes, que su imagen se hiciera omnipresente. YouTube, subir imágenes del científico en su embarcación, enlaces a la noticia desde todas las webs… Microsoft por su parte decidió que sus esfuerzos se mantendrían fuera de los focos de los medios, quizá para no entorpecer las labores. Rick Rashid hizo saber que el dinero no iba a ser un problema y que si la Guardia Costera abandonaba, buscarían fuerza aérea privada. Bill Gates salió a escena y también ofreció personalmente toda la ayuda necesaria. Junto a Microsoft se coordinaron esfuerzos con Google para obtener imágenes por satélite.

Y entonces ocurrió algo inesperado. Quizás por la presión mediática, quizás porque se arrepintió, Swatland redobló esfuerzos y no abandonó la búsqueda. Se desplegaron dos aviones C-130, tres helicópteros, tres patrullas y cuatro barcos para aventurarse en la mar en busca del científico.

Después de hacer una lista de buques importantes que podrían haber representado una amenaza para Gray y su embarcación, la Guardia Costera envió a los investigadores a examinarlos y detectar si existían signos de colisión. Ninguna de ellos mostraba señales o daño alguno, razón por la que Swatland desechó tal posibilidad.

El tiempo jugaba en contra del programador. Si seguía vivo, tenía muy pocos días de comida en el barco. Peor aún, se avecinaba mal tiempo y una tormenta en los próximos días.

A media que la Guardia Costera redoblaba esfuerzos de búsqueda el trabajo de los amigos de Jim comenzó a dar resultados. La Agencia Espacial Canadiense había cedido el satélite Radarsat-1, el cual inspeccionaría el área de búsqueda con sensores térmicos. Poco después se sumaba a las labores el satélite QuickBird con una serie de pases de alta resolución apoyados en GeoEye.

La NASA se sumó más tarde ofreciendo un piloto para un vuelo de entrenamiento en un ER-2, algo así como un equivalente civil de un avión espía, con la idea de cubrir la costa con una cámara de infrarrojo cercano. Llegó un momento con el discurrir de las horas, en el que el área del océano que salía desde Golden Gate se había convertido en uno de los lugares más documentados de todo el planeta.

La catarata de datos creó un nuevo conjunto de desafíos. Originalmente Microsoft y Amazon se habían ofrecido a utilizar un sofisticado software de procesamiento de datos para filtrar los millones de píxeles de cualquier cosa que parezca un barco a la deriva. Pero estos esquemas tenían un problema: las nubes que se movían por el Pacífico iban a enrarecer los algoritmos.

¿Qué se puede hacer cuando la tecnología no alcanza? Volver al principio, volver al hombre. El ojo humano iba a ser el mejor recurso para escoger entre imágenes borrosas y Amazon había lanzado hacía muy pocos meses el servicio Mechanical Turk que permitía contratar trabajadores online para tareas a corto plazo que los equipos informáticos no pueden hacer bien.

A las pocas horas Vogels publicó una solicitud de voluntarios en su blog bajo el título de “Ayuda a encontrar a Jim Gray”. Dicha solicitud se hizo viral en minutos, aterrizó en la portada de Digg (el Reddit de antes) y salió un artículo en el New York Times. Unas horas después había 12 mil voluntarios inscritos.

Mientras, el astrónomo Alex Szalay organizó un equipo alternativo para analizar los mismos datos de imágenes entre la Johns Hopkins, la Universidad de Hawai y el Space Telescope Science Institute en Baltimore. A Szalay se unieron analistas experimentados de la Federation of Earth Science Information Partners, agencias federales… Todos trabajando en conjunto, todos bajo un increíble e innato sentido de la urgencia de los acontecimientos, todos, tratando de hacer posible lo imposible.

La transferencia de los cientos de gigabytes de píxeles en un formato estándar y en piezas más pequeñas para su distribución ya fue difícil. Pero cuando el primer lote llegó a los servidores de Amazon aquello fue una decepción. Les tomó horas y días cruciales eliminar y “limpiar” cada imagen, una tarea titánica que en la mayoría de ocasiones era insensible a los ojos, imposible discernir si eran nubes, islotes o el barco de Gray.

Ocho días después de que Gray desapareciera, los voluntarios de Amazon habían escrutado miles de kilómetros de mar. Cerca de 20 imágenes fueron etiquetadas como “probables” y una fue etiquetada como “muy probable”. Estas imágenes fueron marcadas con comentarios y enviadas a un panel de expertos analistas de satélites convocados por Szalay y gente de Darpa.

Había un nuevo problema antes de enviar aviones a las zonas. Debido a que habían pasado varios días desde la toma de las imágenes, muy probablemente estos objetos ya no estaban en esa ubicación. Los amigos de Jim necesitaban una manera de predecir hacia donde podría haberse desviado un velero de esas características dado el tiempo y las corrientes.

Aquí entró en escena el oceanógrafo Jim Bellingham, antiguo alumno de Gray. Necesitaba herramientas para construir simulaciones y trazar trayectorias de deriva, para ello ensambló un equipo de modeladores del océano de la marina, de la NASA y de la Universidad de Oregon. Para obtener los datos actualizados sobre las corrientes rastrearon las boyas de radio de la Guardia Costera y monitorearon las condiciones costeras. Luego publicaron animaciones en GIF en la web mostrando dónde se encontraría probablemente un objeto visto por un satélite dos días antes.

Pero cuando los aviones estaban preparados para salir en busca de los objetivos más prometedores, el clima volvió a intervenir. Lluvia y fuertes vientos retrasaron los vuelos. Cuando la meteorología dio tregua, los aviones acudieron a todos los lugares sin encontrar una pista que arrojara luz.

Esos días de más antes de enviar los aviones habían desecho la labor de búsqueda más sofisticada y asombrosa de la historia. A pesar del potencial financiero y técnico de los amigos de Jim, ya no quedaban opciones. Se había perdido la esperanza de encontrarlo con vida, lo que imposibilitaba comenzar a crear nuevas herramientas que tardarían días o semanas en encontrar posibles nuevas soluciones.

El 11 de febrero su esposa Carnes emprendió un viaje con rumbo a los Farallones. Había alquilado un barco pesquero y a un experto en búsqueda marina. Lo único que encontraron en su travesía fueron cientos de troncos y madera en el agua, probablemente debido a las tormentas de días anteriores.

Ni Google, ni Amazon, ni Microsoft, ni la NASA, ni el mayor conjunto de expertos científicos pudieron dar con el paradero de una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. En cambio, su desaparición proporcionó una serie de métodos de búsqueda y rescate inauditos en la red que pueden servir en el futuro para salvar otras vidas.

Parece poco probable mantener la esperanza, aunque tratándose del científico, nadie se atreve a verificar su muerte. Ni siquiera la propia Wikipedia, quien comienza su entrada con un escenario improbable, pero no imposible:

Jim Gray, presumiblemente muerto...