La desaceleración de la rotación de la Tierra obliga a añadir un segundo al 2015

Los detractores piden que se sume el tiempo perdido cada cinco siglos

Varios países, con EE.UU. al frente, piden abandonar el temido segundo adicional

Si se mantiene la tendencia, en 600 años habría un desfase de una hora

Imagen de la Tierra vista desde la Luna

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La tierra pierde velocidad. El planeta se ralentiza y gira más despacio. Su velocidad de rotación sobre su propio eje, la que establece la duración de un día de 24 horas, mantiene una tendencia a la desaceleración que, aunque irregular e impredecible, es constante y perceptible gracias a las observaciones de los astrónomos y los cálculos matemáticos. Si los relojes humanos no lo tuvieran en cuenta, con el paso de los años nuestro tiempo dejaría de reflejar el tiempo astronómico. Para evitar este desfase, la comunidad internacional ha consensuado el denominado segundo adicional o intercalar, una forma de ganar tiempo al tiempo y corregir la desaceleración. Este 2015 toca.

"La tendencia es que cada vez gire un poco más despacio, aunque la velocidad de rotación ni es constante ni fácilmente calculable", advierte el astrofísico Salvador Ribas, director científico del Parc Astronòmic del Montsec. El segundo adicional se añadirá el próximo 30 de junio, que tendrá 86.401 segundos, uno más de lo habitual; el segundo se sumará cuando llegue la medianoche al tiempo internacional coordinado (UTC). Un prestigioso organismo de alcance mundial, el Servicio Internacional de Rotación y Sistemas de Referencia Terrestre (IERS), mide periódicamente la rotación de la Tierra y tiene la obligación de informar con seis meses de antelación cuando se debe sumar un segundo.

"La rotación de la tierra se está desacelerando debido al efecto de las mareas lunares y a otros factores, como los cambios atmosféricos (vientos), que tienen un efecto notable en la aceleración o desaceleración. Cuando detectamos que la diferencia entre tiempo astronómico (UT1) y el tiempo atómico (UTM) supera los 0,9 segundos podemos predecir el leap second", explica Daniel Gambis, director del Observatorio del IERS en París, encargado de anunciar a todo el planeta que el 2015 tendrá un segundo de más.

La medida del segundo intercalar se introduce bajo criterios únicamente científicos para compensar el efecto de factores externos como la fuerza gravitatoria de la Luna, el deshielo de los polos o fenómenos geológicos como los terremotos, los tsunamis o las erupciones volcánicas, que provocan cambios en la velocidad de rotación. "Cualquier fenómeno que pueda cambiar la distribución de la masa de la Tierra, del núcleo a la corteza, afecta a la velocidad de rotación, pero su efecto es imprevisible", advierte Ribas.

Sin este segundo, añadido en más de una veintena de ocasiones desde los años setenta, los relojes que utilizamos para medir el tiempo no estarían sincronizados con el tiempo astronómico, el real, y por lo tanto no seguirían la rotación del planeta y su posición respecto al Sol. La Tierra hace mucho tiempo que se viene ralentizando. "Bastantes millones de años atrás el día era bastante más corto, pasaban unas cuantas horas menos entre que salía el sol y se volvía a poner", explica el doctor Xavier Luri, profesor del Departamento de Astronomía de la Universitat de Barcelona (UB).

El controvertido leap second, que para la mayoría de los ciudadanos no tendrá ninguna afectación en su vida diaria, es fuente de controversia a escala planetaria, con dos bloques de países divididos. El asunto no es menor. "Debemos mantener el sistema actual, sin el segundo intercalar perderemos la relación entre el tiempo y la experiencia diaria que tiene la gente de día y de noche", declaró David Willetts, ministro de Ciencia en el Reino Unido hasta el pasado verano. "El problema es que el día solar cada vez es más largo, medido con los relojes atómicos. Así que si no hiciésemos esta corrección, con el paso de los años a las 12 del mediodía ya no encontraríamos el sol donde está ahora", destaca Juan José Curto, doctor en Ciencias Físicas e investigador del Departamento de Geofísica del Observatori de l'Ebre.

Varios de los países más poderosos e influyentes del mundo, con Estados Unidos, Francia o Alemania al frente, abogan por la eliminación de este segundo de más y medir el paso del tiempo exclusivamente de acuerdo con las oscilaciones, casi inexistentes, de los átomos de cesio que rigen el paso del tiempo en los relojes atómicos, los de mayor precisión. La corrección, sostienen estos países, podría introducirse de una vez, sumando una hora (3.600 segundos) cada 600 años, en lo que parece claramente una maniobra dilatoria para no afrontar el problema. "Sí existe cierta tendencia a pensar en suprimirlo y hacerlo en bloques más grandes, cada 500 años añadiendo una hora, pero cada vez habría más desfase entre el tiempo que marca el sol y el tiempo civil que marca el reloj atómico", argumenta Ribas. "El sistema GPS, que tiene su propio tiempo, ya ignora estos ajustes", destaca el doctor Luri.

Las discrepancias con otro bloque de países partidarios de mantener el segundo adicional, como Reino Unido o China, ha sido fuente de fuertes discusiones, entre la política, la tecnología y la ciencia. Para los acérrimos defensores de mantener de forma precisa la contabilización del tiempo con referencia a la rotación de la Tierra, eliminar el segundo adicional sería tanto como desvirtuar la hora de la civilización, manteniéndola ajena a la realidad astronómica. Lo que parece una corrección y variación mínima, un segundo de más en un año que tendrá más de 31 millones de segundos, no lo es si se piensa en el paso de cientos, miles o millones de años. Se calcula que, de no añadirse, se perdería una hora cada 600 años.

Aunque la velocidad de rotación ni es regular ni puede preverse, la tecnología actual y el conocimiento científico permiten predecir el próximo leap second "en el horizonte de dos años", explica Gambis. Al IERS sólo se le exige que avise con una antelación de seis meses, previsión mucho más fácil de realizar. No existe ningún modelo de predicción. "La principal influencia es la Luna, la tierra continuamente está deformada por su efecto, que hace que el planeta se vaya frenando, unos pocos milisegundos", explica Ribas.

"Diferentes encuestas y sondeos muestran que una gran mayoría es favorable a mantener el procedimiento actual con el segundo intercalar. Aunque hay algunos inconvenientes menores, el desacoplamiento del tiempo legal (UTC) con la rotación de la Tierra podría dar lugar a importantes problemas y muchos más siniestros", sostiene Gambis (IERS). Sin consenso entre los 200 miembros que forman la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UTI), organismo dependiente de la Organización de Naciones Unidas, no está previsto ningún cambio, por lo que el segundo intercalar se seguirá añadiendo cada vez que los expertos comprueben físicamente que se ha producido suficiente desaceleración de la velocidad de la Tierra. Los acuerdos deberían tomarse en el marco de este organismo global, integrado en la ONU, en una nueva cumbre prevista para finales de año.

Aunque los científicos lo han previsto, hasta ahora no se ha tenido que restar en ningún año un segundo. "Podría suceder si la Tierra se acelerase, pero sería algo confuso para las ciencias de la observación", alerta Gambis. Quienes desearon alguna vez ganar minutos al reloj y disfrutar de días más largos, en un futuro verán satisfechos sus sueños. Tiempo al tiempo.

Una amenaza tecnológica

La última vez que fue introducido el segundo adicional, en 2012, generó problemas en varios sistemas y redes informáticas. Cualquier variación del tiempo universal coordinado (UTC), el tiempo estándar a escala internacional que siguen los sistemas operativo, rige los horarios de vuelo en el espacio aéreo o los móviles, puede crear inestabilidad. Internet y las operaciones de compra que se realizan a tiempo real a son algunos de los ámbitos sensibles. El problema tecnológico, con las lógicas molestias para los operadores afectados, se convierte en una nueva amenaza cada año que se decide introducir el segundo adicional. A pesar de que se genera cierta psicosis, y hay quien habla de peligros y grandes amenazas, los antecedentes no muestran cataclismos aunque sí algunos desajustes.

El último leap second, en 2012, provocó la interrupción momentánea de Linkedln o FourSquare; la aerolínea Qantas se colapsó y sistemas operativos como Linux quedaron colgados. Al insertar el segundo adicional se advierte a las computadoras que el último minuto del día escogido tendrá 61 segundos para intentar prevenir así posibles colapsos, aunque la medida no siempre es efectiva. Google incluso diseño en 2005 introducir una estrategia específica: ir añadiendo milisegundos (milésima parte de un segundo) durante aquel día a los relojes de sus servidores para evitar el colapso. La precisión es clave para las redes informáticas, conectadas al UTC, con relojes atómicos como referencia. Así se garantiza la seguridad y el envío de datos fiable, al segundo.

Guardianes del tiempo

El segundo adicional se empezó a introducir en 1972 tras la aparición de los relojes atómicos, que lograron empezar a medir el tiempo con extrema precisión; se calcula que pueden perder o ganar menos de un segundo en 140 millones de años. Antes, fueron los ingleses quienes empezaron a trabajar para poder establecer el tiempo estándar que serviría de referencia al mundo durante más de 120 años; sin una hora coordinada mundial los países se regían sólo con su franja horaria propia.

La tecnología de los relojes atómicos se basa en las propiedades de los átomos de determinados materiales, como el cesio, muy estables, para contabilizar el paso de los segundos sin tener en cuenta para nada la velocidad de rotación de la tierra.

El avance tecnológico generó un problema, al hacerse evidente que la tierra no estaba girando a una velocidad constante, sino con tendencia a desacelerarse. Si se introduce el segundo de más es precisamente para que estos relojes extremadamente precisos, pero sin vínculo con el tiempo astronómico, se mantengan sincronizados. El denominado tiempo atómico y el astronómico tienen así una relación directa aunque artificiosa. “El reloj atómico no mira al cielo, cuenta los segundos en base a la frecuencia que emite un determinado elemento químico, como el cesio; sirve como un patrón adecuado para poder definir el segundo”, explica Salvador Ribas, director científico del Parc Astronòmic Montsec. El tiempo internacional coordinado (UTC), el de las computadores o los móviles viene marcado por el reloj atómico. Antes de su irrupción, el segundo se medía sólo a partir de la astronomía.

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