“The Plutonium Files”. Las filtraciones de los experimentos médicos del Proyecto Manhattan.


En los años 40 y durante 8 años, en una escuela de Massachusetts para discapacitados, se alimentó a 73 niños con isótopos radiactivos mezclados con papilla de avena para estudiar la forma en que digerían tan energéticos ‘nutrientes’. 40 años más tarde, la periodista Eileen Welsome encontraba cerca de la Base Aérea de Nuevo México, los cadáveres de varios perros ‘radiactivos’. Iniciaba una investigación que, además de lograr el Pulitzer, haría públicas todas las atrocidades cometidas por Estados Unidos en la carrera por la bomba atómica.

Eileen Welsom.  Pulitzer 1994 por sus investigaciones sobre experimentos médicos secretos. Fuente

.

Seis años antes, la joven periodista estuvo escribiendo e investigando para un pequeño periódico local sobre algunas intoxicaciones por componentes radiactivos en la zona. Recopiló informes sobre un total de 18 personas que fueron envenenadas con plutonio por científicos a sueldo del gobierno federal. El origen del descubrimiento y punto de partida de toda la investigación, surgió por casualidad en una visita a la base aérea local al encontrar una nota sospechosa:

“Yo estaba cubriendo una historia en la Base Aérea Kirtland, porque alguien denunció que había componentes explosivos en el agua del valle; y fui a la base porque el único lugar de donde estos explosivos podrían proceder es de allí […] “En uno de los libros de un despistado funcionario había una nota sospechosa sobre animales radiactivos que me hizo investigar…” Eileen Welsome.

Eileen rastreó durante su ‘inocente visita’ a la base el origen de la nota en uno de los archivos del sótano hasta localizar los documentos que mostraban los macabros experimentos radiactivos con animales en la base y su posterior traslado al vertedero de la misma sin ningún tipo de precaución. Pero eso solo era el comienzo, tirando de documentos pronto encontraría hasta 18 casos de experimentación en humanos.. Tenía una bomba y tenía que contarla, pero decidió recopilar más pruebas y tirar de la manta. Anotó los nombres de todos los científicos implicados y comenzó a investigar en la biblioteca de la universidad. Los pacientes se identificaban por nombres en clave y los localizó uno por uno (a los vivos o sus familiares) para contar a todo el mundo y denunciar su historia.

Ellmer Allen (pseudónimo CAL-3) era un camarero que trabajaba en los ferrocarriles de San Francisco en los años 40. Una mañana cualquiera tuvo un accidente laborar en un tren a Chicago que le provocó una pequeña herida en la pierna, acabando en el hospital público. A los tres días le diagnosticaron un sorprendente sarcoma osteogénico y le dijeron que había que amputar. A la vez le inyectaron plutonio 239 en un muslo. Era 18 de julio de 1947. Él siempre sospechó de aquella maniobra extraña pero todos los galenos estaban compinchados y organizados en una red secreta de información gubernamental. Su médico de cabecera le diagnosticó una esquizofrenia paranoide al mismo tiempo que enviaba puntualmente muestras de tejido de su pierna al Laboratorio Nacional de Energía de Argonne. El seguimiento de Ellmer y sus horribles dolores duró hasta los años 70. Murió en 1991 sin conocer la verdad de su historia.

Ellmer Allen con su esposa poco después de recibir la inyección de plutonio. Fuente, 2

Ellmer fue el último de los 18 pacientes reclutados sin su autorización y con la connivencia del mismísimo Robert Oppenheimer; físico y director científico del Proyeto Manhattan. Una trama espantosa que -muchos no saben- se prolongó 30 años más allá del final de la Segunda Guerra Mundial y que convirtió a cientos de pacientes en conejillos de indias sin ‘consentimiento informado’ para intentar descifrar los efectos de la radiación en humanos.

Si todavía no te has sorprendido de la manipulación y engranaje ‘Mengeliano’ de la administración estadounidense de la época, deja que te cuente más cosas de las que Eileen Welsome se hizo cargo en su célebre investigación de más de 6 años.

En una clínica de Tennessee, 829 embarazadas fueron tratadas con hierro radiactivo como parte de un seguimiento a su gestación. A modo de cóctel vitamínico fueron engañadas y envenenadas durante 9 meses. La idea era comprobar cuanto tiempo y de que forma se transmitía y traspasaba la placenta los isótopos de plutonio radiactivo hasta llegar al feto. El resultado fueron decenas de abortos, malformaciones y enfermedades cancerígenas. Algunos de los hijos desarrollaron cánceres hasta en edad adolescente. El seguimiento se hizo durante 20 años. Ninguno de los cientos de médicos, enfermeras y funcionarios implicados en el proceso denunciaron nada en dos décadas. Increíble.

Máquina del laboratorio de Los Álamos diseñada para medir el nivel de plutonio en pulmones. Fuente

Nunca se inyectaban grandes cantidades de plutonio. Unas milésimas de gramo bastaban. Se conocían por accidentes y otros experimentos los efectos de las altas exposiciones a corto plazo. Se buscaba descifrar el comportamiento del cuerpo humano a bajas cantidades. Se inyectaba cantidad conocida y luego, mediante seguimiento, se medía las cantidades eliminadas por orina o vía fecal. Algunas veces se ‘inventaban’ operaciones para biopsiar órganos internos de pacientes ‘supuestamente’ enfermo y controlar su depósito en los tejidos.

Decenas de presos de la cárcel estatal de Oregón fueron irradiados en los testículos con rayos gamma en los años 60. Se aprovechaba los beneficios para con los voluntarios en cierto tipo de operaciones y estudios estadísticos -como vasectomías programadas- para ‘colar’ las pruebas y blindarse con un dudoso ‘consentimiento informado’. El experimento venía directamente recomendado por la NASA. Querían conocer los efectos de la radiación ionizante en los astronautas y sus órganos más ‘expuestos’. Los testículos, además, permitían evaluar la dosimetría y el efecto sin tener que irradiar el resto del cuerpo.

El niño Simeon Shaw con su madre

Uno de los casos más disparatados llegó de la mano de Simeon Shaw, un niño australiano que viajó en abril de 1946 hasta Estados Unidos subvencionado por la propaganda belicista americana para tratarse con la generosa y estimable ayuda aliada una grave enfermedad. Mientras los medios se pavoneaban del altruismo desinteresado del país de las oportunidades, el niño recibió una inyección de plutonio a la par de su fútil tratamiento. Murió a los pocos meses de regresar a su país.

Todos los trabajos de la periodista culminaron en “The Plutonium Files”, un ‘best seller’ de 1993 bien documentado que convirtió viejos callos en nuevas ampollas durante la administración Clinton. Y que obligó al cuadragésimo segundo presidente de los Estados Unidos a crear una comisión que desclasificase todos y cada uno de los informes de los experimentos y a redactar un discurso de disculpa y descargo que leyó en ‘primetime’ al pueblo estadounidenses durante la tarde del 3 de octubre de 1995. Casi nadie se acuerda de aquel alegato. Coincidió curiosamente -o no- con una de las jornadas más intensas del mediático juicio al caradura de O.J. Simpson.

.

.


Fuentes no referenciadas en el texto:

.

Si te ha interesado esta entrada, no deberías perderte:

.

menéame si te pareció interesante y mira más comentarios. Gracias !

Vota la anotación en Bitacoras.com. Gracias!.

Deja un comentario

28 comentarios

  1. Dubitador

     /  marzo 10, 2011

    Nota del autor

    Epilogo de la novela Cerebro de Robin Cook ( con notas bibliograficas)

    Cook Robin – Cerebro Doc – http://www.4shared.com/file/eYGYoviq/Robin_Cook_Cerebro.htm

    Las investigaciones sobre el ser humano llevadas a cabo desde la Segunda Guerra Mundial han creado complejos problemas relacionados con el empleo de pacientes como sujetos de experimentación. Resulta evidente que no habría sido posible contar con esos sujetos si hubieran conocido cabalmente el uso que se haría de ellos.(1)

    Este es el comentario que a modo de introducción encabeza un artículo en el que un reconocido catedrático de Investigaciones sobre Anestesia, de la Facultad de Medicina de Harvard, describe veintidós ejemplos que, de acuerdo con su opinión, violaron la ética médica. El profesor eligió los ejemplos de un grupo de cincuenta casos y menciona también en su artículo a un profesor inglés que confeccionó una lista de quinientos casos.(2) No se trata de episodios aislados o poco frecuentes, sino de un problema endémico que se desarrolla a partir del sistema básico de valores inherentes a la imagen del médico investigador engendrada por la actual comunidad médica dedicada a la investigación.

    Consideremos algunos ejemplos…

    En los últimos años ha sido noticia en la prensa y tema de una grabación en video para televisión realizada por el programa Sixty Minutes un experimento en el que estuvieron involucrados varios organismos gubernamentales de los Estados Unidos. Estas organizaciones se valían de algunos de sus miembros -completamente ignorantes de la situación- para determinar sobre ellos los efectos de distintas drogas alucinógenas. Un experimento llevado a cabo sobre pacientes de avanzada edad a quienes se les inyectó células cancerosas vivas, sin su consentimiento, resulta más alarmante y se aproxima más a la línea argumental de CEREBRO.(3) En el momento de realizarse esa investigación, los investigadores no sabían si el cáncer se extendería o no; aparentemente, se arrogaron el derecho a decidir que, siendo los pacientes tan ancianos, la cuestión, en realidad, carecía de importancia.

    Son numerosos los casos en que se ha inyectado material radiactivo a personas totalmente desprevenidas, a retrasados mentales que se hallaban internados e, incluso, a bebés recién nacidos.(4) De ninguna manera pueden justificarse estos procedimientos por el beneficio terapéutico que ello reporta al individuo y no cabe duda de que esas personas estuvieron sujetas al riesgo de lesiones y enfermedades, sin contar los malestares y dolor que debieron soportar. Por otra parte, los resultados obtenidos de esta clase de estudios son a menudo de escasa relevancia y contribuyen más a engrosar la bibliografía del investigador que al adelanto de la ciencia médica. Muchos de estos experimentos, como es sabido, fueron aprobados por agencias gubernamentales de los Estados Unidos.

    En el curso de otra investigación se inyectó suero infectado a unos setecientos u ochocientos niños mentalmente retrasados, con el objeto de producirles hepatitis.(5) Aparentemente, este estudio fue aprobado y apoyado, entre otros, por la Junta Epidemiológica de las Fuerzas Armadas. Se alegó contar con el consentimiento de los padres pero las circunstancias llevan a preguntarse cómo se obtuvo ese consentimiento y qué grado de información les fue suministrado a esos padres previamente; aún más, ¿acaso el consentimiento paterno ampara los derechos del sujeto? La cuestión es: ¿alguno de los investigadores habría consentido a que un miembro mentalmente retrasado de su propia familia participara en ese estudio o en cualquiera de las otras investigaciones mencionadas? ¿Habrían permitido ellos que uno de sus familiares fuera sujeto de esos experimentos? Lo dudo sinceramente. El elitismo cultural sustentado por la medicina y la investigación médica crea una sensación de omnipotencia y, con ella, una ética moral doble.

    Sería irresponsable suponer que la mayor parte de las investigaciones sobre seres humanos que se realizan en los Estados Unidos se basa en principios faltos de toda ética, porque eso, definitivamente, no es cierto. El estímulo a la investigación existente en nuestros centros médicos universitarios sigue siendo tan poderoso como siempre y el entusiasmo que, por consiguiente, ello suscita así como el ambiente de competencia profesional pueden hacer perder de vista las posibles consecuencias negativas para los pacientes. Además, no ha sido hasta hoy convenientemente resuelta la confusión de valores existentes entre el riesgo para el paciente-sujeto y el posible beneficio para la sociedad.(6) Por otra parte, la idea de que el consentimiento del paciente evita todo posible abuso ha demostrado ser absolutamente errónea. Tomemos como ejemplo el caso de cincuenta y una mujeres que fueron sujetos de estudio con una droga experimental para inducir el parto. Todas ellas firmaron un documento de consentimiento pero lo hicieron en circunstancias muy poco honradas. Una investigación al respecto dejó en claro que muchas de esas mujeres habían dado su consentimiento en el momento de ser internadas o, incluso, en la misma sala de partos.(7) Al ser entrevistadas, se comprobó que casi un cuarenta por ciento de ellas no tenían conocimiento de que habían sido sujetos de tal experimento, aun cuando, efectivamente, habían dado su consentimiento para ello. Uno de los métodos más sutiles usados para obtener el consentimiento fue el de explicar que se estaba estudiando «un medicamento nuevo»; los investigadores sabían muy bien que el adjetivo «nuevo» sugería que el preparado en cuestión era mejor que «un medicamento anticuado».

    No siempre se recurre a un subterfugio para obtener el consentimiento del paciente. El truco más frecuente es el de sugerirle que si no «coopera», su problema no podrá ser atendido con el grado máximo de cuidados. Siguen en porcentaje los casos de investigadores que sugieren astutamente al enfermo que el proceso de la experimentación podría resultarle beneficioso, y lo hacen aun en casos en que esa posibilidad es ínfima. Finalmente, existe el método de no informar al sujeto potencial sobre la existencia de otras terapias alternativas o, más aún, ya establecidas por el uso.

    Todo esto no es nuevo. Durante más de veinte años las publicaciones médicas se han ocupado de las violaciones a la ética médica producidas en el curso de investigaciones con seres humanos. El hecho de que esas violaciones sigan ocurriendo, en la proporción en que ocurren, constituye una tragedia de magnitud considerable. En la década del 80, con la medicina embarcada en un nuevo idilio con la física, las oportunidades de que se produzcan excesos alcanzan un nivel nuevo y alarmante. El escenario donde se realiza la unión de la medicina y de la física es la neurociencia, con el cerebro humano -considerado por muchos como la creación más misteriosa y amenazadora del universo- como principal actor. Las cuestiones éticas y morales referentes a la experimentación con seres humanos deben resolverse antes…
    …antes de que la ficción y la fantasía puedan convertirse en realidad.

    ROBIN COOK, Doctor en Medicina

    (1) Beecher,H.K ., «Ethics and Clinical Research», The New England Journal of Medicine, vol. 274, 1966,pags .1354-60
    (2) Pappworth,M.H .,HumanGuines Pigs Expentnentationon Man, Beacon Press,Boston , 1967.
    (3) Barber,B , «The Ethics of Experimentaron With Subjects», Scentific American, vol. 234, N.° 2, February 1976, págs 25-31.
    (4) Pappworth, M H.,op cit
    (5) Veatch,R.M .,Case Studies in Medical Ethics, Harvard University Press, 1977,págs . 274-77.
    (6) Jonas H , «Philosophical Reflections onExpenmenting with HumanSub|ects »,expenmentationwith Human Subjects, P A Freud,ed , GeorgeBrazilíer , 1969
    (7) Barber, B.,op cu

    Responder
  2. Pues esto es solo una pequeñisima parte de lo que se ha hecho referente a experimentos medicos, ni me imagino lo que habrian hecho los alemanes por esa epoca. Saludos.

    Responder
  3. Leyendo tu artículo y aunque no tenga nada que ver he recordado lo de Palomares en España; todavía hoy los ministerios siguen pidiendo a EE.UU que «limpien» la misma zona que durante años se dijo no tenía ningún tipo de contaminación. Siempre se sirven de gentes que no saben a qué peligros se exponen. Buen blog.

    Responder
  4. Ruben

     /  enero 21, 2011

    A mi me huele a batiburrillo de informaciones mezcladas para asustar a la gente: conspiranoia.

    «En una clínica de Tennessee, 829 embarazadas fueron tratadas con hierro radiactivo como parte de un seguimiento a su gestación. A modo de cóctel vitamínico fueron engañadas y envenenadas durante 9 meses. La idea era comprobar cuanto tiempo y de que forma se transmitía y traspasaba la placenta los isótopos de plutonio radiactivo hasta llegar al feto. »

    O sea que se les inyecta hierro y se observa como el plutonio viaja… que plutonio!!
    El hierro FE-59 es radioactivo y se desintegra en Betas con 3,978 EV. Es común en radiodiagnóstico para observar como se metaboliza el hierro. Tiene una vida media de 44 días. El hierro tiene un rol metabólico.
    El plutonio PU-239 (el militar) se desintegra en Alfas con 5.156 EV o por fisión espontánea con muchísima mas energía. No tiene rol metabólico y, además, es venenoso (aunque no emitiera radiación).
    Es interesante pero hay que estudiar cada uno de los casos con detalle, creo que se mezclan varias los casos, trataría esta información con mucho cuidado… ALERTA MAGUFA!!

    Responder
    • «Es interesante pero hay que estudiar cada uno de los casos con detalle, creo que se mezclan varias los casos, trataría esta información con mucho cuidado… ALERTA MAGUFA!!»

      No has leído ninguna de las fuentes… No has leído que el propio gobierno norteamericano reconoció todos y cada uno de los casos documentados (sería la primera conspiración reconocida por el acusado). Tampoco habrás leído que las embarazadas identificadas recibieron indemnizaciones de hasta 400.000 dólares para evitar juicios. O que el gobierno desclasificó todos los documentos donde se revelan y reconocen esos experimentos…

      Claro, lo fácil es leer el texto diagonalmente y divagar como hacen los conspiranoicos…

      Come de tu propia medicina!!

      Responder
      • Ruben

         /  enero 24, 2011

        Efectivamente no he leido el texto con detenimiento. Como ya comenté existen incongruencias y eso me hizo rechazarlo inmediatamente como poco riguroso.
        Para tener credibilidad hay que ser riguroso y citar las fuentes originales.
        Por ejemplo, el caso de las mujeres embarazadas, no tuvo nada que ver con tecnología militar. Como ya comenté el uso de hierro (u otras substancias radioactivas con rol metabólico) tiene una utilidad importantisima para conocer la bioquímica de esas substancias. Ese experimento tenía como objetivo conocer las necesidades de hierro de las mujeres embarazadas (hoy en día a todas se les receta un suplemento de hierro porque se sabe que se necesita mas).
        «During the 1940s, 800 pregnant women, the poor patrons of a pre-natal clinic at Vanderbilt University, were given a «cocktail» including a tracer dose of radioactive iron. The object of the experiment was to determine the iron requirements of pregnant women. Ongoing lawsuits point to a higher-than-usual incidence of malignancies in the children of the women subjected. »
        fuente: http://www.rps.psu.edu/mar96/science.html
        Otra buena fuente: http://www.hss.energy.gov/HealthSafety/ohre/roadmap/events/stakeholders/7.html
        Si me das a enender se les inyectaba una substancia radioactiva para ver como enfermaban a causa de ello mientes y yo rechazo el artículo como tendencioso.
        Por supuesto que estos, y otros experimentos, NO FUERON ETICOS porque no se informaba a los pacientes de los riesgos.
        Pero hay que entenderlos en su contexto y olvidarse de conspiraciones, conspiranoias etc.
        Kurioso es un gran blog, pero tienes que mantener tu credibilidad con rigurosidad. Este tema de la investigación con radioisótopos me intresa mucho y me ha parecido muy mal que se trate a la ligera.

        Responder
    • Alejandro

       /  enero 22, 2011

      Ruben sin animo de ofenderte, este blog no es para ti. Poco interesantes los tecnisismos y el resto del comentario que evidencia que no leiste.
      Saludos.

      Responder
  5. Muy interesante el artículo, no conocía este asunto en concreto.

    Pero desgraciadamente no es el único caso de experimentación con humanos sin su consentimiento, por esas fechas y durante la Segunda Guerra Mundial se hicieron monstruosidades, tanto en el conocido lado Alemán como el no tan conocido lado Japonés.

    Precisamente hace poco escribí un post sobre este tema ¿Se puede perdonar todo?, donde escribo sobre este tipo de experimentación y de como USA reclutó a los científicos participantes en estas atrocidades.

    Lo que no me extrañaría es que algún que otro científico implicado en este caso de la contaminación con material radiactivo, sean de los «reclutados«.

    Un saludo.

    Responder
  6. Jaime

     /  enero 19, 2011

    Kurioso, increíble la historia, y, como siempre, muy bien escrita. Ojalá todos los periodistas fueran como tú, el mundo sería un lugar mejor. Gracias.

    Responder
  7. emapucci

     /  enero 19, 2011

    Muy bueno el informe, muy interesante, pero lamentablemente no es el único caso. Tenemos tambien lo de Chernobyl, y el Agente Naranja en la guerra de Vietnam, que ha dejado miles de afectados. Bueno, me despido, saludos 😉

    Responder
  8. Susa Martin

     /  enero 18, 2011

    «Increible» me ha dejado triste saber que el ser humano es tan cruel¡
    Muy bueno, Kurioso, como todo lo que publicas, gracias, por tu trabajoMis felicitaciones.

    Responder
  9. Me ha encantado el artículo. Este es un tema que siempre me ha interesado y había leído algunas cosas, pero no conocía este trabajo. Es espeluznante. Supera a aquella foto que vi en la que un batallón de soldados de EEUU corría hacia una explosión nuclear, para así comprobar los efectos de la radiación en unas tropas que avanzan. Cuando bestia hay suelto por el mundo.

    Responder
  10. Lo he leído em el tren de camino a la sin dar crédito alo que mis ojos leían, y en ocasiones me invadía una sensensación de asco e impotencia, espero que nunca nadie que pasar por esto..otra vez.

    Genial artículo, gracias.

    Responder
  11. Una pregunta: ¿hubo algún tipo de acción judicial? Si es que todavía estaban vivos algunos de los implicados.

    Responder
    • Sí, pero solo de las víctimas localizadas. (La mayoría eran solo nombres en clave). La indemnización máxima fue de 400.000 dólares.

      Responder
  12. Muy buena información.
    Me ha puesto los pelos de punta. Si eso hacían allí no quiero ni pensar que podría haber pasado aquí.

    Responder
  13. Experimentos al estilo «Dr. Mengele». Una pena, las personas inocentes que fueron usadas (en todo el sentido de la palabra usar).

    Responder
  14. orayo

     /  enero 17, 2011

    Asco e indignación. Que basura de personas todos los implicados.

    Responder
  15. Deberían juzgar a tos los gobiernos desde entonces por «ignorar» esta crueldad.

    Responder
  16. Me parece increible hasta donde somos capaces de llegar, tela marinera

    Responder
  17. Tengo la misma sensación que al terminar de ver una película de Denzel Washington :s

    Responder
  18. Recuerdo lo de OJ Simpson, pero estoy seguro de no haber oído nunca lo del plutonio.

    Responder
  19. Lifeisnotsoeasy

     /  enero 17, 2011

    ¡Espeluznante!

    Responder
  20. Es escalofriante el pensar que esto ha ocurrido, y lo peor, comenzamos a saber que no ha sido la única vez que ha ocurrido. Más todavía sabiendo que en el Proyecto Manhattan trabajaron científicos de prestigio reconocido mundialmente por el liderazgo en la carrera nuclear.

    Responder
  21. Y se autodenominan democracia…. no quiero ni pensar que harán en otros regímenes menos «simpáticos». Ahora alguien tendrá que pedir disculpas y dar explicaciones.. o no claro es EEUU.

    Responder
  22. ¿Se sabe si hubo consecuencias para algún implicado tras abrirse esa comisión durante la era Clinton? Conociendo esto no me extraña que haya quien piense que en los USA hay gente en las altas esferas dispuesta a asesinar a tres mil compatriotas derribando dos rascacielos.

    Responder
  23. atz

     /  enero 17, 2011

    hijos de puta!

    Responder
  1. Anónimo

Deja un comentario