Es noticia
El desconocido 'padre' de Pixar que hizo rico a Steve Jobs sin saber nada de cine
  1. Tecnología
Lawrence Levy

El desconocido 'padre' de Pixar que hizo rico a Steve Jobs sin saber nada de cine

Lawrence Levy se encargó de diseñar la salida a bolsa y el futuro empresarial del estudio cinematográfico, no sin reticencias por parte de algunos trabajadores

Foto: El equipo directivo de Pixar en 1995, de izquierda a derecha: Lawrence Levy, Ed Catmull, Steve Jobs, John Lasseter y Sarah McArthur.
El equipo directivo de Pixar en 1995, de izquierda a derecha: Lawrence Levy, Ed Catmull, Steve Jobs, John Lasseter y Sarah McArthur.

Llegó en un momento álgido: la compañía estaba creando el primer largometraje de animación 3D de la historia. Hasta entonces, Pixar solo causaba un quebradero de cabeza a su principal inversor, un pionero de los ordenadores al que habían despedido de la empresa que cofundó y llevó a la gloria. Lo único que no cuadraba del todo eran las cifras. Por eso llegó Lawrence Levy, el hombre que pilotó la salida a bolsa de una compañía que se ha convertido en referente de la industria del entretenimiento. Y de paso, hizo millonario a aquel genio de la informática, un tipo llamado Steve Jobs.

Lawrence Levy es uno de los responsables del florecimiento de Pixar como la gran empresa que conocemos hoy en día. Dos décadas después de su llegada al estudio que ha parido ‘Up’, ‘Buscando a Nemo’ o ‘Monstruos, S.A.’, y ya inmerso en otras lides, este abogado tuvo la misión de relanzar una empresa en números rojos a petición del propio Steve Jobs, según cuenta en su recientemente publicado libro ‘To Pixar and Beyond: My Unlikely Journey with Steve Jobs to Make Entertainment History’ (Hasta Pixar y más allá: mi improbable viaje con Steve Jobs para hacer historia en el entretenimiento).

En noviembre de 1994, Levy era el director financiero (CFO por sus siglas en inglés) de Electronics for Imaging, una compañía especializada en impresoras con sede en San Francisco. Es allí donde recibe la llamada. “Hola, soy Steve Jobs. Vi tu foto en una revista hace unos años y pensé que podríamos trabajar juntos algún día”, recuerda Levy al comienzo del libro. “Tengo una compañía de la que me gustaría hablarte”. Levy pensó que Jobs querría hablar sobre su próximo ordenador, el proyecto de NeXT Computer en el que seguramente estaba sumergido después de que lo despidieran de Apple. Pero no: “Se llama Pixar”, agregó Jobs.

Levy apenas había oído hablar sobre Pixar. Por aquel entonces, la compañía era conocida por sus anuncios para televisión con animación 3D y por trabajar para proyectos cinematográficos como el renderizado de la escena del baile de ‘La bella y la bestia’. Incluso, había fabricado un ordenador que ayudaba en la creación de efectos especiales y en el montaje cinematográfico; sin embargo, apenas se vendieron 300 unidades. En el momento en el que Jobs llama a Levy, la compañía estaba inmersa en su proyecto más ambicioso hasta la fecha: Disney les había encargado el primer largometraje de animación en 3D de la historia del cine. Se trataba de ‘Toy Story’.

Pixar se encontraba en un momento crucial. Tras el fracaso de sus ordenadores, si no tenía éxito con el lanzamiento de ‘Toy Story’, entraba en un punto crítico. Steve Jobs también quería volver a lo más alto: había invertido 50 millones de dólares en Pixar y varias de sus apuestas en informática habían terminado en fracaso.

Cada mes vamos a Steve, le decimos la cantidad de déficit y él nos extiende un cheque

Como siguiente paso, Levy acudió a visitar las instalaciones de Pixar, situadas entonces en la ciudad de Point Richmond. Los empleados que encontró allí lo llevaron a una sala de proyecciones. “Era básicamente una sala pequeña y los asientos eran viejos sofás”, contaba en una charla en Google. Levy se sentó y le enseñaron un par de minutos de ‘Toy Story’, aún sin terminar. “Es mágico”, dijo cuando le preguntaron qué le había parecido.

Ed Catmull, cofundador de la compañía, lo recibió, le enseñó las instalaciones y le dijo que no tenían un plan de negocio para seguir adelante. Iban sobreviviendo mes a mes con lo que Disney pagaba por la producción del largometraje y el dinero que Jobs les ingresaba: “Cada mes vamos a Steve, le decimos la cantidad de déficit y él nos escribe un cheque”, recuerda que le dijo Catmull.

La razón por la que Levy decidió sumarse a la empresa es que, según dice, había conectado muy bien con Steve: “Teníamos buena química, pensé que podíamos trabajar juntos y pensé que Ed Catmull, John Lasseter y otros miembros del equipo de Pixar… Simplemente tenía la sensación de que estos tipos eran ganadores y no sabía cómo o cuándo o si lo conseguirían, pero pensé que eran el tipo de gente que lo haría”. A Jobs parecía haberle atraído su currículum: había estudiado Derecho en Harvard y, antes de formar parte de Electronics for Imaging, trabajó en el bufete de Silicon Valley Goodrich & Rosati, que ayudó a preparar la salida a bolsa de Apple.

Levy se instaló en las oficinas de Pixar en febrero de 1995. “Steve no me dio ninguna instrucción específica sobre qué hacer primero”, rememora en su libro. Hasta entonces, él no sabía nada sobre la industria cinematográfica: “Venía de Silicon Valley, conocía el negocio tecnológico muy bien y nada sobre el del cine. Debía aprender. Fui a la biblioteca y saqué un libro llamado ‘Entertainment Industry Economics’”, un clásico de la materia por aquel entonces. Leyéndolo, supo que la única compañía que había tenido éxito produciendo largometrajes de animación era Walt Disney, y que en realidad despegó después de diversificar su negocio con los parques temáticos.

En sus primera reuniones, Levy le pedía a los responsables de Pixar que apostaran por combinar las películas de animación con otras de acción real, como en su momento había hecho Disney. Los productos de ‘software’ apenas tenían 50 clientes, “no había manera de crecer en ese negocio”. Con los anuncios tampoco había mucho más margen y flotaban las dudas sobre ‘Toy Story’.

"El chico de Steve"

Además, y siempre según el testimonio de Levy, tuvo que ganarse la confianza de los empleados de Pixar. Aunque los trabajadores lo recibieron de manera muy amigable y educada, “también sentí que eran un poco distantes y fríos. No parecía entusiasmarles que Pixar tuviera un nuevo CFO”. Días más tarde, Pam Kerwin, vicepresidenta de Pixar, le dijo que era “el chico de Steve” y que la relación entre Jobs y los trabajadores de la compañía era de una cierta distancia: “Steve es nuestro dueño, pero nunca ha sido uno de nosotros”.

“Nos hemos sentido infravalorados y poco apreciados durante mucho tiempo”, le contó Kerwin. “A la gente le preocupa que, si él se acerca demasiado, echará a perder Pixar y estropeará nuestra cultura. Y ahora tú eres el tipo que él nos ha enviado para meternos en cintura”.

Además, según la vicepresidenta, Jobs les había prometido acciones y eso todavía no se había materializado: “Quizá parte de tu trabajo es arreglar eso, pero cada día que pasa sin una solución, la gente se vuelve más escéptica”. Durante aquellos primeros días, Levy se encontró con toda esa animadversión hacia Steve; incluso hubo quien le dijo: “Mantén a esa persona alejada de nosotros”.

Levy era consciente de la magnitud del problema. Su objetivo era lograr que la empresa saliera adelante, pero si los trabajadores decidían marcharse por su mala relación con Jobs, el talento creativo de Pixar se esfumaría y con él todo el potencial de innovación del estudio. Para evitarlo, Jobs y Levy dedicaron mucho tiempo a diseñar un plan que les permitiera repartir acciones a los empleados y al mismo tiempo mantener el control de Jobs sobre la compañía (para que no le sucediera como en Apple).

Ni Jobs quería ceder más de un 15% o un 20% de la empresa, de la que era el único propietario, ni Levy creía que los 150 trabajadores que tenía Pixar por aquel entonces se fuera a contentar con poco. Ya no eran una ‘startup’ tratando de fichar a un puñado de ingenieros talentosos, sino una empresa en toda regla tratando de retenerlos para asegurar su futuro.

Finalmente, el CFO logró convencer a su jefe y se cerró un acuerdo, insuficiente a ojos de Levy pero lo mejor que pudo conseguir. “Haremos que funcione”, dijo escasamente convencido cuando Jobs, harto de la conversación y deseoso por zanjarla, le preguntó si ya tenía suficiente. El fundador se quedó con el 80% de los títulos y, por lo tanto, con un control suficientemente afianzado incluso cuando decidieran salir a bolsa.

Ese momento llegó en noviembre de 1995. De hecho, en una semana crucial para el futuro de la compañía. Al mismo tiempo, Levy y Jobs estaban pendientes de dos cifras que lo marcarían todo: la taquilla de ‘Toy Story’ y el precio inicial al que saldrían a la venta las acciones de Pixar. Los bancos de inversión fijaron el valor de la compañía en 700 millones de dólares, así que saltarían al parqué con un precio por acción entre los 12 y los 14 dólares.

30 millones que cambiaron la historia

Sin embargo, la otra cifra fundamental lo podía cambiar todo. La taquilla de ‘Toy Story’ en el primer fin de semana les daría una aproximación del éxito de la película y, en consecuencia, del futuro de la empresa. El estreno se produjo el 22 de noviembre de 1995, el miércoles antes de Acción de Gracias. ‘Toy Story’ recaudó 30 millones de dólares aquel fin de semana, muy por encima incluso de las previsiones de sus responsables.

Por supuesto, eso disparó el interés por parte de los inversores. A la semana siguiente, el 29 de noviembre de 1995, Pixar se estrenó los mercados. Las acciones de la compañía salieron finalmente a un precio de 22 dólares. Al cierre de la jornada, los títulos ya valían 39 dólares y la compañía ya estaba valorada en 1.500 millones. El glorioso comienzo de una gloriosa trayectoria.

En 2006, cuando Disney compró Pixar y tras once años trabajando en la casa, Levy abandonó la compañía y se centró en un mundo que también le apasionaba, el del budismo y la meditación. Se convirtió en el cofundador de Juniper, un centro dedicado a estos temas que se encuentra en Redwood City, California.

El antiguo director financiero confiesa que su película favorita de Pixar es ‘Buscando a Nemo’. De no haber sido por la labor que él realizó hace más de dos décadas, tal vez jamás hubiera visto la luz. Y, quién sabe, puede que Jobs no hubiera recuperado su inversión y hubiera terminado en la ruina.

Llegó en un momento álgido: la compañía estaba creando el primer largometraje de animación 3D de la historia. Hasta entonces, Pixar solo causaba un quebradero de cabeza a su principal inversor, un pionero de los ordenadores al que habían despedido de la empresa que cofundó y llevó a la gloria. Lo único que no cuadraba del todo eran las cifras. Por eso llegó Lawrence Levy, el hombre que pilotó la salida a bolsa de una compañía que se ha convertido en referente de la industria del entretenimiento. Y de paso, hizo millonario a aquel genio de la informática, un tipo llamado Steve Jobs.

Steve Jobs Silicon Valley Cine de animación
El redactor recomienda