Cuando Julio Verne bombardeó Berlín

El primer bombardeo de la capital alemana fue una audaz operación que puso de manifiesto las graves deficiencias de la máquina de guerra nazi…

Copyright Roy Grinnell

Durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes lograron bombardear las capitales de sus enemigos occidentales.
 

Londres fue atacada con zeppelines y París con un enorme cañón capaz de disparar a 100 km de distancia (bueno, y también con zeppelines).

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Sin embargo, ni franceses o ingleses tenían la tecnología para hacer lo mismo con Berlín, mucho más lejos de la línea del frente.
 

Los británicos desarrollaron el bombardero Handley Page V/1500 a tal efecto, pero Alemania se rindió en 1918 antes de su entrada en servicio.

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Habría que esperar a otra guerra mundial para vengar tamaña afrenta: el 3 de junio de 1940, los alemanes bombardearon París y mataron a 45 civiles, por lo que el Alto Mando Francés ordenó una misión de represalia contra la capital alemana.
 
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El marrón de crear y ejecutar un audaz plan para bombardear la lejana capital de la Alemania Nazi (con la fuerza aérea francesa medio destruida por la Luftwaffe y los alemanes correteando por Francia) le cayó al capitán Daillière.
 

Hizo lo que pudo con el material disponible.

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En su base de Lanvéoc había estacionados tres viejos aviones de la Marina Francesa: el Farman F.233.
 

Lento como el caballo del malo y con la maniobrablidad propia de un carrito de la compra, Daillière decidió aprovechar su única ventaja: la gran autonomía de vuelo que tenía. Image

El plan era prácticamente una misión suicida: partiendo de Burdeos, cruzarían el Canal de la Mancha, el Mar del Norte y la Dinamarca ocupada antes de girar hacia el sur sobre el Báltico para aproximarse a Berlín al amparo de la noche como un avión civil alemán.
 
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Pero solo uno de los tres aviones disponibles en la Base Aérea de Lanvéoc estaba en condiciones de volar, un obsoleto mamotreto incapaz de sobrepasar los 200 km/h a plena carga y matriculado con el número F-ARIN.
 

Su nombre: Jules Verne.

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Así, el 7 de junio de 1940 a las 15:30, el el capitán Daillière y su tripulación despegaron de Burdeos en el Jules Verne con 8 bombas de 250 kg y una caja de bombas incendiarias de 10 kg a bordo.Image
Asombrosamente, les bastó con volar a baja altura para llegar al Mar Báltico conforme al plan sin ser importunados.
 

Mientras se adentraba en territorio alemán rumbo sur, la tripulación se preparó para afrontar el mayor desafío: localizar Berlín en la oscuridad.

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Daillière y sus hombres esperaban que la capital alemana estuviera totalmente a oscuras para evitar su localización de noche.
 

La tripulación no cabía en su asombro cuando, a medida que se aproximaban a su objetivo, divisaron un enorme resplandor en el horizonte: Berlín.

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En su terca arrogancia, las autoridades nazis no se habían molestado en ordenar el oscurecimiento de la ciudad.
 

Consideraban imposible que un avión enemigo pudiera llegar a la capital, mucho menos desde el norte y no desde el oeste. Image

Para no despertar sospechas, el piloto ejecutó una maniobra de aproximación al aeropuerto de Tempelhof pero, una vez alcanzado el aeródromo, el Jules Verne realizó un giro de 180 grados para poner rumbo al objetivo de la misión: la Siemensstadt de Berlín.

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Cuando estaban sobrevolando este inmenso complejo industrial al noroeste de Berlín, el Julio Verne soltó sus 8 bombas de 250 kg.
 

La tripulación lanzó las pequeñas bombas incendiarias de forma manual desde las ventanas del aparato.

ImageLas primeras explosiones activaron por fin una descoordinada reacción de la defensa antiaérea, tratando de localizar al avión atacante con reflectores y disparando fuego antiaéreo, momento que recoge esta sensacional ilustración de Roy Grinnell.

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Pero el Julio Verne consiguió escabullirse en la oscuridad sin recibir daños.
 

Tras recorrer más de 800 km controlados por los alemanes, logró aterrizar en el aeródromo de Orly a las 13:30 del 8 de junio, 6 días antes de que las tropas alemanas entraran en París.

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La propaganda nazi no podía admitir que los franceses les habían colado un avión obsoleto hasta la cocina, así que dijeron a la población que habían ejecutado un simulacro de ataque aéreo.
 

Los daños fueron escasos, pero dejó claro lo que estaba por venir:

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Entre 1940 y 1945, Berlín fue bombardeada 363 veces. Los aliados soltaron casi 70 000 toneladas de bombas sobre la ciudad, destruyéndola.
 

En mayo de 1945, Berlín había perdido 1,7 millones de habitantes, el 40 % de su población, que a día de hoy sigue sin recuperar.

¿Y qué fue del avión y del capitán Daillière?

 

El Jules Verne volvió a adentrarse en territorio alemán días más tarde para bombardear la fábrica de aviones Heinkel en Rostock. También atacó unos depósitos de combustible cerca de Venecia y la base naval de Livorno.

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El capitán Daillière cayó en combate cuando su avión fue derribado en 1942 durante un vuelo de reconocimiento en Sierra Leona.
 

El Jules Verne fue destruido por la resistencia francesa ese mismo año en el aeródromo de Marignane para evitar que cayese en manos alemanas.

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Y bueno, si quieres podemos convertir este hilo en una de esas basurientas charlas TED de las que puedes sacar enseñanzas para tu desarrollo personal:
 

✅ Nunca subestimes a tus enemigos, por inferiores y débiles que sean

✅ Cuando menos te lo esperas, los franceses te la clavan


Publicado originalmente en:

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